viernes, 14 de noviembre de 2014
CAPITULO 56
A dos manzanas de nuestra casa, sé que él está detrás de mí otra vez, lo suficientemente lejos para darme un poco de espacio, pero tan cerca como para saber dónde estoy.
Arriba, en el estrecho pasillo, busco a tientas mis llaves, cuando él irrumpe a través de la puerta de la escalera, sin aliento. Al menos fue lo suficientemente inteligente como para dejarme tomar el ascensor sola.
El piso está oscuro, el sol ya no brilla en el cielo y no me molesto en encender las luces. En vez de eso, me apoyo en la puerta de la habitación y me quedo mirando el suelo.
Se detiene frente a la cocina, justo enfrente de mí, pero dejando más de un metro entre nosotros. Poco a poco, su respiración vuelve a la normalidad. Ni siquiera tengo que mirar directamente a sus ojos para saber que se siente triste. Desde la esquina de mi ojo puedo ver su postura encorvada, la forma en la que me mira.
—Habla conmigo —susurra, por fin—. Este es un sentimiento horrible, Paula. Nuestra primera pelea y no sé cómo solucionar esto entre nosotros.
Niego con la cabeza, mirando hacia mis pies. Ni siquiera sé por dónde empezar. Esto es mucho más que una primera pelea. Una primera pelea es lo que sucede cuando él sigue dejando el asiento del inodoro arriba o lava mi nuevo vestido de seda en agua caliente. Él me mantuvo en la oscuridad acerca de Perry, acerca de una prometida que tuvo, por dos meses y ni siquiera sé por qué.
Me estoy ahogando en la humillación y los dos parecemos tan increíblemente ingenuos para pensar que esto era algo más que una broma. Esta cosa es un rebote épico para él.
¿Seis años con ella y luego salta a un matrimonio con una extraña? Es casi cómico. —Sólo quiero ir a casa. Mañana, creo —digo, aturdida—. Pensaba irme pronto de todos
modos.
Pensé que estaba apoyado contra la pared, pero me doy cuenta de que no cuando parece derrumbarse de nuevo en contra de ella. —No lo hagas —respira—, Paula, no lo hagas. No puedes irte tan pronto a causa de esto. Habla conmigo.
Mi ira llamea, renovada por la pequeña medida de incredulidad en su voz. —¡Puedo irme por esto! ¿Cómo pudiste dejar que entrara en esto? ¡Estaba completamente cegada!
—¡No sabía que iba a estar allí! —insiste—. Marie y Christophe son mis amigos de antes; ella no sabe de ellos. ¡No sé por qué estaba allí!
—¿Tal vez porque estaban comprometidos? Ni siquiera sé por dónde empezar. Has estado mintiéndome, Pedro. ¿Por cuánto tiempo ibas a dejar que creyera que Perry era un chico? ¿Cuántas veces hablamos de él?
¿Por qué no me lo dijiste desde ese primer momento en Las Vegas cuando te pregunté dónde estaba ―él?
Da un paso hacia adelante con cuidado, con las manos extendidas frente a él como si estuviera acercándose a un animal herido. —La primera vez que llamaste ―él a Perry, no pensé en corregirte, porque estábamos en un bar. No tenía idea de que nos emborracharíamos y nos casaríamos pocas horas después.
—He estado aquí durante semanas. Podrías haberme dicho tan pronto como llegamos que tu prometida vive cerca y oh, por cierto, es Perry, el cuarto miembro de tu súper-estrecha banda, ¡que no es un chico! —Presiono una mano temblorosa a mi frente, recordando la noche en la que alguien llamó a la puerta mientras dormíamos, recordando lo distraído que Pedro estuvo cuando volvió a la cama —casi desnudo— y le pregunté quién era y dijo que era Perry, pero de nuevo no me corrigió cuando la llame él.
—Oh, Dios mío, ¿esa noche alguien llamó a la puerta? Y cuando llegué a casa hablabas con ella por teléfono, ¿no? Dejaste la habitación para ir a hablar con la chica con la que te ibas a casar pero, ups, te casaste conmigo en su lugar. ¡No es de extrañar que esté tan jodidamente cabreada!
Ha estado soltando palabras interrumpidas, suplicando ráfagas, diciendo: ―No y ―Paula y ―Espera y finalmente consigue decir más—: No es así en absoluto. Después de Las Vegas, ¡no sabía cómo decírtelo!
¿Necesitaba hacer de eso algo tan grande tan pronto? ¡Ella no era más mi novia! Pero entonces llamó y comenzó a acercarse...
—Prometida —corrijo—, no novia.
—Paula, no. Nosotros romp…
—¿La has visto? ¿Además de esa noche?
Me mira con ansiedad. —Almorzamos juntos dos veces.
Quiero darle un puñetazo por eso. Sobre todo porque nunca tuve un almuerzo con él durante un día de trabajo.
—Lo sé, Paula —dice, leyendo mi expresión—. Lo sé. Lo siento. Tenía la esperanza de que si hablábamos cara a cara, ella dejaría de llamar y…
—¿Y lo hizo?
Duda. —No. —Pedro saca su móvil del bolsillo—. Puedes leer los mensajes, si quieres. O escuchar los mensajes de voz. Puedes ver que nunca la animé. Por favor, Paula.
Empujo las manos por mi pelo, con ganas de gritarle, pero no estoy segura de que pueda abrir la boca de nuevo sin romper a llorar. Lo último que quiero es oír de nuevo su voz.
—Quería decirte todo la noche en la que jugamos al pecador y el diablo —dice—, pero no sabía cómo y pasamos de eso. Después de eso, parecía ser imposible.
—No es imposible; es simple. Podrías haberme corregido en
cualquiera de los cientos de veces que me equivoqué y decir: ―No, Paula, Perry es una chica y estuve con ella durante seis malditos años y, ¡oh, por cierto! Íbamos a casarnos. En vez de eso, me hablaste de Minuit y me engañaste deliberadamente.
—¡No quería que te preocuparás! ¡Nunca esperé que te encontraras con ella!
Lo miro boquiabierta y mi estómago cae. Finalmente, la verdad. Él simplemente esperaba que no tener que lidiar con esto. —¿Crees que eso arregla todo? ¿Omitirla? Porque nunca la conocería, ¿no?
Ya sacude la cabeza. —¡Eso no es lo que quiero decir!
Necesitábamos mejores raíces —dice, señalando frenéticamente entre nosotros y cerrando los ojos mientras lucha por encontrar las palabras.
Incluso ahora mi corazón late fuertemente por él y cómo parece perder su capacidad de hablar inglés con fluidez cuando está molesto. Toma una respiración profunda, y cuando abre los ojos y vuelve a hablar, su voz sale más firme—: Tú y yo estábamos en un momento frágil cuando llegaste aquí. Fue impulsivo para ambos hacer esto. El trabajo es una pesadilla para mí en este momento, pero quería hacer tiempo para ti. Y luego se convirtió en algo más que diversión y aventura entre nosotros. Esto fue… —hace una pausa y su voz se quiebra por un momento—… fue real. Necesitábamos más tiempo, sólo nosotros. No quería a nadie, además de nosotros, en este apartamento, y menos a ella.
Tan pronto como lo dice, las palabras parecen hacer eco sobre él y su cara cae un poco.
—Ella vivió aquí —le recuerdo—. Incluso cuando me hablaste de Minuit, no me dijiste que vivieron juntos, que estaban comprometidos, que habían estado juntos durante tantos años. Que tuvieron sexo en esta cama. Si me hubieras dicho la historia completa cuando llegué por primera vez, esto ni siquiera habría sido un problema. Pero esta noche, la única persona en este apartamento que no sabía lo que pasaba era yo, tu esposa.
Doy vuelta, entrando en el dormitorio, planificando meterme en la cama antes de recordar que estuvieron juntos en esta cama, esperando que quizás Perry durmiera mejor en ella.
Gimo, doy la vuelta y caminoderecha hacia el ancho pecho de Pedro.
Cuando trato de empujarlo, me detiene, agarrando mis hombros con manos temblorosas. —Por favor, no te vayas.
Me siento como si un tornado se moviera en mi mente, pero como de costumbre, a pesar de que estoy tan enfadada con él que podría gritar, la sensación de su cuerpo tan cerca y sus manos deslizándose por mis brazos son tan reconfortantes que comienza a poner en orden el caos.
Sus ojos se suavizan y parpadea hasta mi boca. —Tenemos que seguir hablando de esto.
Pero cuando trato de hablar, las palabras salen ahogadas,
atrofiadas. —T-t-t-t… —Cierro los ojos, tratando de nuevo—. T-t-t-tú…
Joder.
Abro los ojos, sin saber qué reacción veré en su cara, porque él nunca me escuchó tartamudear y ya casi nunca sucede.
Sus ojos están muy abiertos y su rostro se contorsiona de dolor, como si me hubiera roto. —Mierda, Paula.
—N-n-no.
—Paula... —se queja, presionando su cara en mi cuello.
Lo empujo, queriendo mucho más otra cosa que no sea su simpatía.
La ira hace que mis palabras salgan más nítidas y con cada una que suelto, mi lengua se relaja. —Es-estuviste c-con ella mucho. Esta noche me sentí como la otra mujer, ¿sabes? Por primera vez ayer, me sentí como tu esposa. Pero esta noche me sentí como si te hubiera robado.
—No —dice, y el alivio resbala por su expresión mientras empuja mi pelo de mi cara así puede besar mi mejilla—. Por supuesto que nos separamos antes de conocerte.
Mierda. Tengo que preguntar. —Pero ¿cuánto tiempo antes de que te fuiste?
Su cara cae y siento que puedo escuchar cada segundo que pasa mientras él vacila antes de responder.
—Pedro.
—A los pocos días.
Mi corazón se hunde y cierro los ojos, incapaz de mirarlo. —Se mudó mientras estabas fuera, ¿verdad?
Otra vacilación. —Sí.
—Rompiste con tu novia de seis años, sólo unos días antes de casarte conmigo.
—Bueno, técnicamente nos separamos tres semanas antes de que te conociera. Había estado haciendo ciclismo por Estados Unidos antes de Las Vegas —me recuerda—, pero se sentía como si hubiese terminado mucho antes de eso. Los dos sabíamos que todo había terminado. Ella está aferrándose a algo que ya no existe. —Acaricia mi mejilla y espera hasta que lo miro los ojos—. No buscaba nada, Paula, pero es por eso por lo que confío en lo que siento por ti. Nunca he querido a nadie como te quiero. No se parece a nada que haya sentido.
Cuando no digo nada, pregunta—: ¿Puedo decirte ahora? ¿Todo?
No me molesto en contestar en voz alta. Por un lado, me parece un poco tarde para una revelación completa. Por otro lado, una parte enferma de mí quiere saberlo todo.
—El ciclismo y la construcción comenzaron en mayo, y pasaron por septiembre —comienza—. Fernando, Orlando, Perry y yo comenzamos a ser cercanos a los pocos días de la orientación. Era ese tipo de experiencia, está bien, donde todo el mundo se junta y algunas amistades se solidifican y otras no.
Pero la nuestra lo hizo.
Hace una pausa, arrastrando los dedos por mi brazo.
—Pero no fue un asunto de inmediato lo de Perry y yo, no sexual. Ella quería. Al menos, Orlando y Fernando siempre insistieron en que ella quería algo conmigo desde los primeros días. Creo que empecé a notar lo que querían decir, tal vez en, ¿julio? Y en agosto, me sentí tan encariñado y amistoso con todos que haría cualquier cosa. —Tirándome hacia atrás para que pueda mirarme a la tenue luz de la luna, dice—: Incluso sexo. Sólo fuimos amantes dos veces en ese viaje. Una noche al azar en agosto, cuando estábamos muy borrachos. Y luego, un par de semanas más tarde, después de haber sido tan incómodo y tenso entre nosotros, estuvimos juntos la última noche antes de terminar la excursión.
Mi estómago se retuerce en una extraña combinación de alivio y dolor, cierro los ojos, obligando a alejar las imágenes de sus manos sobre su cuerpo, su boca sobre la suya.
—Después de eso, Perry volvió aquí y me mudé a Nashville por la escuela. Estuvimos juntos sin hablar de ello. Ella asumió que lo estábamos, y yo quería darle eso. Nos veíamos tal vez dos veces al año y todo lo demás que te dije era cierto. Me conoció así en el viaje. Pero yo tenía veintidós años. No era el mismo hombre que soy ahora y nos fuimos distanciando muy rápidamente.
Baja la voz, sonando dolorido. —Y como una aventura amorosa, no fue siempre apasionada, Paula. Fue... —Maldice, pasándose la mano por la cara—. Así como... ¿cómo se dice? —Me mira y aparto la mirada, incapaz de resistir la manera adorable de sus labios empujando hacia adelante buscando por palabras—. ¿Cenillon? ¿El cuento de hadas con la madrastra?
—¿Cenicienta? —adivino.
Asiente y continúa: —Así como en la Cenicienta. Creo que los dos queríamos el zapato de cristal a medida. ¿Entiendes?
—Sí.
—La engañé, dos veces. Es mi mayor culpa, Paula. Me di cuenta de que no podía hacerlo más, que había hecho exactamente lo que siempre dije que no haría, como mi padre, ¿bien? Llamé para hacer las cosas bien por una vez y terminar las cosas con ella, y… —Hace una pausa y toma una respiración profunda—. Perry no pudo esperar para decirme que rechazó un trabajo de diseño en Niza, así podríamos estar juntos en París.
Parpadeo, negándome a sentirme mal por él.
—Así que yo... —Se calla, en busca de la palabra adecuada y estoy más que feliz de ayudarlo con esta.
—Te acobardaste.
Asiente. —Está bien, sí. Y eso no era justo para ella. Debería haber terminado las cosas.
—Los dos sabemos que vine aquí para escapar de mis problemas.
Pero todo este tiempo estás actuando como una especie de benefactor, cuando también estás escapando. Me usaste para escapar de tener que lidiar con ella. Eres impulsivo y haces las cosas sin pensar y, mira, te casaste conmigo. Te has convencido de que eras responsable, o hacías lo correcto al traerme de vuelta, pero en realidad compensabas tus errores del pasado con Perry. Yo soy tu manera de compensar eso. Soy la prueba de que no eres como tu padre.
—Non —insiste con la voz tan afilada como una cuchilla—. Fuiste una vía de escape, sí. Pero no porque estuviera usándote para demostrarme algo, o compensar algún error. No tuve que conseguir tu boleto; no tuve que localizarte en el zoológico. Sé que no soy como mi padre; es por eso que me decepcioné tanto conmigo mismo y por cómo traté a Perry. Fuiste mi vía de escape porque me enamoré de ti.
Dejo que sus palabras hagan eco por la habitación hasta que son ahogadas por los sonidos de las bocinas, las motocicletas y los camiones de reparto retumbando por las calles estrechas y empedradas, a altas horas de la noche. No sé ni qué pensar. Mi corazón me dice que confié en él, que no me ocultó las cosas intencionalmente por razones infames y que en realidad era incómodo y difícil encontrar el momento adecuado. Pero mi mente me dice que es mentira y que si él quería desarrollar una confianza real entre nosotros, no habría usado su apodo conmigo,
simplemente me habría dicho que ella estuvo con él, que vivían juntos aquí, y cómo uno de sus mejores amigos es ahora su ex prometida.
Quiero empujarlo para retener información en nuestro sitio más seguro: durante el juego de roles y la honestidad que nos dio.
En realidad no es que tenga un pasado que me molesta. Es la forma en que ha estado guardándome secretos, manteniéndome alejada del resto de su vida, mintiendo hasta que crea que alcanzamos algún contador imaginario donde pueda ser honesto. Y en verdad, ya sea intencional o no, no importa. Tal vez él tampoco crea que vayamos a superar el verano.
—¿Sentiste verdadero deseo por mí? —pregunta en voz baja—. De repente estoy muy preocupado de arruinar esto.
Después de apenas una respiración, asiento, pero de una forma que me preocupa estar respondiendo ambas preguntas: la que hizo y la implícita. El deseo que siento por él es tan intenso que ahora me lleva a sus brazos, incluso tan enojada como estoy. Mi piel parece zumbar con calor cuando estoy así de cerca de él; su esencia es abrumadora.
Pero también me preocupa que haya arruinado esto.
—Nunca antes sentí esto —dice en mi cabello—. El amor de esta forma.
Pero mi mente sigue volviendo a la misma pregunta, la misma oscura traición. —¿Pedro?
—¿Hmm? —Sus labios rozan mi sien.
—¿Cómo pudiste contarle sobre mi accidente? ¿Qué te hizo pensar que estaba bien compartir eso con ella?
Pedro se congela a mi lado. —No lo hice.
—Ella lo sabía —digo, volviendo a enojarme—. Pedro, sabía que me chocaron. Sabía sobre mi pierna.
—No lo supo de mí —insiste—. Paula, lo juro. Si escuchó algo sobre ti, además de tu nombre y que eres mi esposa, debe haber sido de Orlando o Fernando. Siguen siendo amigos. Esto ha sido tan extraño para todos. —Busca mis ojos, bajando la voz cuando dice—: No sé por qué habló contigo. No sé por qué te buscó esta noche; sabe que nunca estaré de acuerdo con que haga eso.
—Hablaste con ella por teléfono —le recuerdo—. Vino aquí a mitad de la noche. Te encontraste para almorzar con ella cuando estabas incluso demasiado ocupado como para quedarte a desayunar conmigo.
Tal vez no crea que ustedes dos hayan terminado de verdad.
Se toma unos segundos para responder, pero su mano se extiende posesivamente sobre mi esternón y el pulgar acaricia el hueco de mi garganta. —Sabe que hemos terminado. Pero no voy a fingir que fue una ruptura sencilla. No ha sido fácil para ella saber que estás aquí conmigo.
Hay una dulzura en su voz que no puedo manejar, un poco de simpatía por ella y lo que ha pasado me pone loca. En algún lugar racional de mi cerebro me alegra que se preocupe así por ella; significa que no es un completo idiota. Significa que es un buen tipo. Pero en verdad, está tan jodido, que no tengo la capacidad de admirarlo mientras estoy así de enojada.
—Sí, no me preocuparía demasiado, estoy bastante segura de que esta noche ella salió con las de ganar. —Lo alejo de un empujón cuando se estira hacia mí.
—Paula, eso no es…
—Sólo détente.
Me agarra el brazo cuando comienzo a alejarme y me gira,
presionando mi espalda contra la pared y me mira con tanta intensidad que hace que se levante piel de gallina en mi piel. —No quiero que esto sea duro para ninguna de ustedes —dice, con voz deliberadamente paciente—, y sé que la forma en que lo manejé no fue la correcta.
Cierro los ojos, apretando los labios para acallar el zumbido vibrando que siento en su tacto firme. Quiero empujarlo, jalar su cabello, sentir su peso sujetándome.
—Te seguí fuera del apartamento —me recuerda, agachándose para besar mi mandíbula—. Sé que ya no es mi trabajo asegurarme de que estés bien. Pero si lo que sientes por mí es incluso una fracción de lo que siento por ti, quiero ser cuidadoso con tu corazón, porque no puedo imaginar lo que haría si me dejaras.
Parecía imposible que sólo unas palabras pudieran hacerme sentir como si se derrumbara mi pecho.
Lame mi lóbulo, murmurando—: Me destruiría. Necesito saber que estás bien.
Sus manos se ocupan en mi cuerpo de una forma tensa y
desesperada. Tal vez para distraerme, quizás para tranquilizarse. Hace su camino por mi parte frontal, sobre mis muslos, amontonando mi falda en sus puños mientras la levanta sobre mis caderas.
—Pedro… —advierto, pero incluso mientras alejo la cabeza de sus labios, inclino la pelvis hacia su toque. Mis manos forman puños en mis costados, queriendo más y más rudo.
Necesitando tranquilidad.
—¿Estás bien? —me pregunta, besándome la oreja.
No lo alejo cuando vuelve a besarme la mandíbula y tampoco cuando se mueve más arriba, con los ojos abiertos y cuidadosos mientras besa mi boca. Pero cuando sus manos se mueven entre mis piernas y gruñe—: Voy a hacer que te mojes tanto. —Mientras sus dedos se deslizan debajo de mi ropa interior, encuentro la determinación para alejarlo.
—No puedes arreglar esto con sexo.
Se aleja, los ojos abiertos con confusión. —¿Qué?
Estoy incrédula. —¿Crees que puedes calmarme al hacer que me venga?
Se ve desconcertado, casi enojado por primera vez. —Si te
tranquiliza, si te hace sentir mejor, ¿a quién rayos le importa cómo ocurra? —En sus mejillas brota un rubor caliente—. ¿No es eso lo que estuvimos haciendo todo este tiempo? ¿Encontrar una forma para casarnos, de temer intimidad incluso cuando las cosas asustan o son nuevas o tan malditamente irreales para procesarlas?
Estoy desconcertada, porque tiene razón. Es exactamente lo que estuvimos haciendo y quiero que me saque de este momento. Distracción, superarlo, salir del paso —lo que sea, lo quiero. Quiero dejar de hablar de esto. Quiero que aleje todas las dudas en mi cabeza y me dé la parte de él que ahora sólo veo yo.
—Bien. Distráeme —lo desafío, apretando los dientes—. Déjame ver si puedes hacerme olvidar cuán enojada estoy.
CAPITULO 55
Parpadeo hasta el suelo, ya que todo tiene sentido. Sus mejores amigos en el mundo, los cuatro de ellos. Pedro, Orlando, Fernando, y Perry. No otro hombre... una mujer.
Una mujer con la que estuvo seis años.
Cuatro de nosotros, juntos todo el día... Sé que nunca voy a conocer a nadie en el camino como los conozco a los tres... Esas relaciones son algunas de las mejores y... complicadas de mi vida... Nosotros perdimos a nuestras familias, nos consolamos mutuamente, hemos celebrado algunos de los momentos más orgullosos de nuestras vidas.
Siento el calor de mi cara, mis labios participan en un jadeo.
¿Cuántas veces Pedro me dejó asumir que Perry era otro hombre, un amigo? Le conté todo sobre mí, sobre mi vida, los temores y las relaciones, y él sólo hablaba de generalidades vagas acerca de Minuit y su relación "demasiado larga".
Ella se ve muy emocionada, como una leona que llamó a una gacela. Envuelve su brazo alrededor de su bíceps, pero él se sacude, alcanzándome otra vez.
—Paula.
Salgo de su alcance. —Creo que probablemente me iré ahora.
Hay un millón de otras cosas que podría decir —un millón de otras cosas hirientes que alguien como Helena o Lola dirían— pero por una vez me alegro de que no vaya a decir ninguna de ellos.
Él me llama a los gritos, pero ya estoy corriendo a la escalera, tropezando por la espiral apretada. Detrás de mí, sus pies suenan en la madera; mi nombre resuena a lo largo de la barandilla.
—¡Paula!
Mi mente se inclina lejos de la comprensión de lo que acaba de pasar de nuevo a la fiesta. Dos imanes separándose.
La acera está desnuda, agrietada, y torcida como giro en Rue La Bruyère, corriendo en la pequeña curva en St.-Georges. Es curioso que sepa a dónde voy ahora, así que puedo correr lejos correctamente.
Recupero el aliento entre dos edificios. Creo que se fue a buscarme al otro lado; no lo escucho más.
Hay demasiadas cosas que tengo que averiguar ahora: lo rápido que puedo empacar, cuando puedo salir, y por qué Pedro me dejó ser cegada esta noche por una mujer con la que planeaba casarse antes de que yo llegara. No tengo idea de por qué alejó esto de mí, pero siento los fragmentos de pánico empujando profundamente a mis pulmones, lo que me dificulta la respiración.
Qué antigua es esta ciudad. La placa en el edificio que estoy en contra estados que fue construido en 1742. Esta estructura solo es anterior a cualquier historia de amor con vida en este país. El nuestro puede ser el más joven, a pesar de que siempre se sintió como si lo recogiéramos donde nuestras almas dejaron un hilo mucho más arriba de la línea.
Ahora sé que lo amo, que lo que tenemos es real, y que
probablemente lo amaba ese primer segundo que lo vi desde el otro lado de la habitación, disfrutando de mi felicidad tanto como lo hacía. Porque todo lo que Lola y Helena dicen sobre él, soy una verdadera creyente.
Es posible caer tan rápido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)