sábado, 8 de noviembre de 2014

CAPITULO 42




Quiero decirle que lo entiendo, que sé lo que se siente estar tan unido a alguien, sentirlos distanciarse y ser incapaz de retenerlos, pero no puedo. Las personas más cercanas en mi vida han sido siempre Helena y Lorelei. Son mis constantes, y han estado desde que íbamos a la escuela primaria. En el momento en que Lucas y yo nos separamos después del accidente, estaba dispuesta a dejarlo ir. Y mientras que podía sentir el hueco ocasional en dónde él solía encajar en mi vida, creo que siempre supe que no iba a estar con él para siempre.


Queriendo cambiar de tema, le susurro—: Bueno, desde donde estoy sentada, quien sea que te plantó esta noche fue una idiota.


El entendimiento cruza sobre su expresión y se gira por completo en su taburete hacia mí, con un codo apoyado en la barra.


—No lo sé —dice finalmente, mordiéndose el labio inferior—. Estoy empezando a pensar que puede que me hiciera un favor… —Deja que el sentimiento cuelgue de manera significativa entre los dos, y permanecemos sentados en silencio, mientras el pulsante bajo golpea por encima de la música a nuestro alrededor—. ¿Tienes novio? —dice de repente.


—¿Novio? —Niego con la cabeza, luchando contra una sonrisa—. No. —Es técnicamente cierto—. ¿Novia? —le pregunto a cambio.


Sacude la cabeza y los ojos parpadean en mi boca antes de
parpadear hasta encontrarse con mi mirada de nuevo.


Una vez que la conversación sobre Bike and Build prosigue, todo rastro de tristeza y arrepentimiento parece desaparecer de los ojos de Pedro y es como la primera noche que pasamos juntos: los dos hablando durante horas. Me ayuda a recordar todos los detalles que todavía no han regresado. 


Como la forma en que se expresa con las manos, haciendo
una pausa sólo cuando se olvida de una palabra, con el ceño fruncido por la concentración, antes de que me ría, y comience un mini-juego de ―Dígalo con mímica mientras le ayudo a encontrar la correcta. O la forma en que escucha con tanto cuidado que inclina la cabeza hacia mí,inspeccionando continuamente mi expresión. Me hace sentir como si yo fuera la única persona en el planeta. Me mira como si estuviera a un segundo de devorarme.


No es de extrañar que me haya declarado.


Me pregunta sobre mi vida en San Diego, y escucha con la misma atención absorta como si la noche en Las Vegas nunca hubiese sucedido, y nunca hubiera escuchado todos los detalles.


—Y te encantaba bailar —dice, sonriendo y abandonando la copa vacía en la barra delante de él. No está planteada como una pregunta, sino como una observación.


—Así es.


—Y actuar.


Suspiro. —Me encantaba actuar.


Los ojos de Pedro se estrechan y un momento de silencio significativo se extiende entre nosotros antes de que diga—: Estoy seguro.


Es completamente desvergonzado por la forma en que estudia mi cuerpo, con la mirada persistente en mis pechos. Siento como la piel de gallina se propaga por mi piel y mis pezones se endurecen ante su tono sugerente y el hambre en sus ojos.


—Pero la escuela de negocios —dice, volviendo a mirar mi cara—. No tienes ese mismo interés.


Me río. —Eh, no.


—¿Entonces por qué lo vas a hacer? ¿Pasar gran parte de tu vida en algo que claramente te hace infeliz?


Una chispa de pánico estalla en mi pecho, pero me las arreglo para aplastarlo rápidamente. Este es mi lugar seguro —este espacio extraño que Pedro y yo hemos encontrado— en el que puedo decir o hacer o ser cualquier persona que quiera.


Y así elijo evitar responder en absoluto, dirigiendo el foco de nuevo a él. —Hay mucha gente que no está contento con su trabajo. ¿A ti te gusta el tuyo?


—Este en particular no —dice—. No.


—Pero sigues haciéndolo.


—Sí… —dice pensativo—. Pero el mío es temporal. Sé lo que quiero hacer con mi vida; este trabajo es simplemente una puerta que conduce a otra. Este trabajo me deja elegir mis posiciones en cualquier parte del mundo. Dos años más de la escuela es mucho tiempo, y vi la forma en que reaccionaste cuando lo mencioné. —Se ríe en voz baja—. Como si tu vida acabara de pasar en frente de tus ojos. Si la perspectiva de la escuela te hace infeliz… —Su voz se apaga y me mira, esperando a que termine la frase.


—No puedo bailar más —le recuerdo—. Los tornillos en la pierna y tres centímetros de aleación artificial en el hueso no es algo que pueda superar con sólo intentarlo lo suficiente. 


La mente no está por encima de la materia.


Hace girar su vaso, ampliando el círculo oscuro de condensación que se forma en el portavasos. El hielo tintinea contra las paredes del vaso vacío, y parece estar considerando algo cuidadosamente antes de decir—: Profesionalmente, no —añade con un encogimiento de hombros.


Niego con la cabeza, pero no ofrezco mucho más. No lo entiende.


—Tu carrera como stripper se extinguió antes de siquiera comenzar.


Una risa estalla de mi garganta. —Lo cual es horrible porque había elegido un nombre y ordenado cubre pezones monogramados y todo.


Pedro se apoya en la barra y se vuelve hacia mí. Sus ojos escanean mi cara antes de caer a la boca y hacia abajo… y más abajo. Es un intento tonto y obvio de seducir, así que no puedo contener mi risa. Este es el tipo del que no podía apartar la mirada en Las Vegas, el que me llamaba la atención, sin importar donde se encontraba en la habitación. 


Al que le conté toda mi historia en el lapso de unas pocas horas, con el que me casé, y tuve sexo muchas veces.


—Me alegra que te hayan plantado —le digo, esperando que la manera en la que lo miro, lo haga sentir la mitad de querido como la forma en que me mira me hace sentir.


Roza mi rodilla con un dedo. —Yo también.


No estoy segura de a dónde ir desde aquí y decido probar ser valiente. —¿Quieres salir? —le pregunto—. ¿Tal vez ir a dar un paseo?


No duda, simplemente se levanta y le hace señas al camarero para pagar la cuenta.


—Voy al baño —le digo.


Me mira con ojos hambrientos. —Te espero aquí.


Pero cuando salgo del baño grande y de estilo art déco, él está justo en frente de mí —con la cabeza gacha y la cara oscurecida por la falta de luz. Peligroso. Levanta la mirada ante el sonido de la puerta y sus características lucen más fuertes en la sombra, duros y destacados bajo la luz de neón. En este rincón poco iluminado, sus pómulos se asemejan a la piedra tallada, con los ojos ensombrecidos, sus labios exuberantes y exagerados.


No me da tiempo para dudar, simplemente cruza el pequeño
espacio para apoyarme contra la pared.


—No podía esperar —dice, agarrando mi cuello, su mano fría y firme, mientras su pulgar presiona el pulso que late salvajemente en mi garganta.


Es un agarre posesivo, y tan diferente del Pedro que conozco que envía una emoción silenciosa de miedo por mi columna vertebral. En este juego que estamos jugando, él es un extraño otra vez. No me conoce y más allá de lo que me dijo en la última hora; tampoco estoy segura de saber algo de él.


Me digo que una chica inteligente se iría. Una chica tranquila e inteligente fingiría que tiene amigos que la esperan y se iría por la puerta.


No se quedaría en un pasillo oscuro con un hombre que no conoce, gustándole tanto la forma en que la está tratando que nunca se le ocurriría irse.


—Puedo oírte pensar —susurra, apretando su agarre—. Vamos. Juega conmigo.


Y es exactamente lo que necesito. Relajo mis hombros mientras mi cabeza se aclara. La tensión se derrite de mi cuerpo mientras me apoyo en él.


Aunque estoy en tacones y él está apenas a unos centímetros por encima de mí, sólo tengo que levantar la barbilla y está allí, la punta de su nariz rozando la mía.


—No suelo hacer esto —le digo, perdida en la idea de una aventura de una noche. En dejar que este extraño sexy haga lo que quiera conmigo—. Apenas beso en la primera cita, nunca… —Cierro los ojos y trago, y los vuelvo a abrir para encontrarlo sonriéndome.


—Lo sé. —Su sonrisa dice: Excepto la vez que te casaste conmigo en Las Vegas.


Excepto esa.


Presiona un muslo entre mis piernas y puedo sentir lo duro que ya está. Disfruto los pequeños movimientos de sus caderas mientras se mece en mi contra.


—Te deseo —murmura, besándome, casto y suave. Se aleja, se lame los labios, y se mueve hacia delante de nuevo, gimiendo suavemente en mi boca—. ¿Puedo?


—¿Ahora? —Mi corazón salta, golpeando con tanta fuerza bajo mi esternón que juro que puedo sentir mi pecho moverse por la fuerza de la misma.


Asiente en el beso. —Aquí. Se está llenando —dice, señalando de nuevo hacia el restaurante—. Tendríamos que ser rápidos.


Se siente como si alguien encendiera una cerilla dentro de mi pecho y envuelvo los dedos en la tela de su camisa, llevándonos al cuarto de baño vacío. Sigue sin decir una palabra, besándome hasta que la puerta se cierra detrás de nosotros y el bloqueo encaja en su lugar.


De repente, me siento acalorada e hipersensible. Puedo sentir cada centímetro de ropa que nos separa. Sus manos aprietan mi cara, se lengua se desliza contra la mía, y sabe tan bien que estoy casi mareada.


La habitación está a oscuras, iluminada sólo por otra franja de neón rosa. Es tan fácil fingir aquí, perdida en la luz que hace que todo se vea como de fantasía, rodeada por los sonidos en el otro lado de la puerta.


Siento cómo aumenta el ritmo de la música a través del suelo y en mis pies, y esto es lo que me recuerda que hay otras personas en este planeta aparte de nuestros besos, nuestras manos frenéticas mientras tratamos de acercarnos, y quitar la ropa del camino.


Mi vestido es lo primero, saco su camisa de la cintura de sus
pantalones para poder pasar las uñas sobre su estómago. 


Grito cuando el aire frío encuentra mi piel y mis bragas mojadas entre mis piernas. Él mueve una palma hacia mi ombligo y los dedos se deslizan justo debajo de la cintura de encaje hasta que me está acunando, arrastrando los dedos por todas partes menos en el lugar en que lo quiero.


—Quiero probar esto —dice.


Me muevo contra su mano, chillando por la forma en que las puntas de sus dedos se burlan dentro y fuera de mí, recogiendo humedad, moviéndose sobre mi clítoris.


Alzándome, nos acerca al mostrador, acomodándome antes de arrodillarse entre mis piernas abiertas. Observo mientras se inclina hacia delante, mirándome a través de sus pestañas mientras saca las bragas y mueve la punta de la lengua sobre mí.


—¡Oh! —grito, demasiado fuerte y la respiración tan pesada que temo que me podría desmayar. Por instinto, mi mano se mueve a su nuca, sujetándolo contra mí y, Dios, es tan sucio verlo así, con la cabeza hacia abajo e iluminado por el neón mientras me lame y gime en mi contra.


Trato de mantenerme quieta, sin agitar las caderas o ser exigente, pero cada nervio de mi cuerpo se centra en su lengua mientras se arrastra sobre mi clítoris.


—Dedos —jadeo.


Maldice, deslizando dos dedos profundamente mientras su lengua se mueve en movimientos practicados, y pequeños giros se alternan con largos y lentos lametones.


—Oh, Dios… —digo, en el borde de algo que comienza en mi estómago y se desliza a lo largo de mi espina dorsal. 


Retuerzo las manos en su pelo y mezo las caderas contra él, ya que se hace más fuerte. Miro hacia abajo y estoy a punto de perder el aliento cuando veo su mano en la parte delantera de sus pantalones, su brazo sacudiéndose en un desenfoque de movimiento.


—Ven aquí —le digo, sin aliento—. Por favor. —Estoy tan cerca, tan cerca, pero quiero que nos vengamos juntos.


—Dios, sí —dice, y se para, empujando los pantalones debajo de sus caderas.


Su pelo es un desastre y el sonrojo brota en sus pómulos y en la nuca.


Siento la cabeza de su pene mientras él se desliza por encima de mí y estoy tan húmeda que con sólo el más pequeño paso hacia delante, comienza a deslizarse en mi interior.


Con un suspiro, mete su cabeza en mi cuello y toma respiraciones profundas, estabilizándose. —Necesito un segundo —dice, y no mueve las caderas—. S'il te S'il.20


Cuando se endereza de nuevo, lleva una mano por encima de mi hombro, apoyándose contra el espejo.


—Te sientes muy bien —explica, saliendo lentamente antes de empujar de nuevo—. Tan jodidamente bien.


Construye un ritmo, las caderas meciéndose contra las mías, el sonido de su cinturón tintineando contra el mostrador mientras me folla.


Envuelvo las piernas alrededor de su cintura y levanta la mano para sostener mi cara con una mano antes de empujar el pulgar entre mis labios. Puedo saborearme en sus dedos, en su boca, pero parece que no puede concentrarse lo suficiente como para darme un beso.


—Quiero verte venir —susurra, mientras sus ojos se mueven por mi cara. Saca el pulgar y pinta una línea húmeda a través de mi labio inferior—. Quiero sentirte apretando y quiero comer tus ruiditos codiciosos.



Jadeo, envolviendo los puños alrededor del dobladillo de su camisa y jalándolo con más fuerza contra mí.


—Di lo que tú quieres —gruñe.


—Lo quiero más duro.


—Que sea sucio —dice, lamiendo mi boca—. Puedes fingir que nunca más vas a verme. ¿Cuál es tu pensamiento más vergonzoso?


Mi mirada se reduce a su boca mientras le digo—: Quiero que alguien nos escuche follar.


Sus pupilas se dilatan, reflejando las luces de neón detrás de mí, y agarra mis muslos con fuerza antes de comenzar a bombear duro y deslizarse en mí, gruñendo cada vez que sus caderas tocan mis muslos internos.


Alguien llama a la puerta y el momento es perfecto. Está cerrada, pero si entrara, escucharían el golpeteo de su piel contra la mía, vería a mis piernas a cada lado de las caderas de Pedro y mi vestido enrollado hacia arriba en mi cuerpo mientras me folla.


—Date prisa —grito, más fuerte de lo que probablemente debería, alcanzando detrás de mí y agarrando el grifo. Mis dedos se sienten resbaladizos alrededor del metal frío, mi piel enrojecida y húmeda de sudor.


Me siento tan llena, estirada y con los miembros flojos. Su cuerpo se ajusta perfectamente dentro y en contra de mí, la parte sobresaliente de su pelvis se frota contra mi clítoris con cada embestida. La sensación de opresión en mi estómago crece, cada vez más caliente hasta que echo la cabeza hacia atrás y grito cuando me vengo, olvidándome de todo excepto la forma en que mi cuerpo lo acerca mientras me desmorono a su alrededor.


Él sigue sólo un momento más, moviéndose con movimientos irregulares y frenéticos, estancándose en mi contra con un gemido ahogado en mi piel.




20 Por favor en francés.




CAPITULO 41




El Centro Pompidou es fácil de encontrar. Gracias a Google, sé que está centrado en el Margen Derecho del Río Sena17, y se sitúa en un área conocida como el barrio Beaubourg. 


Después de mis días de exploración, tengo una muy buena idea de dónde estoy. Pero a pesar de que vi una foto del museo por internet, de ninguna manera estoy preparada para el monstruoso y esquelético fenómeno que parece alzarse por encima de la ciudad que lo rodea.


Es como si el enorme edificio hubiera sido despojado de sus capas externas, revelando las mismas piezas que lo mantiene erguido justo debajo. Brillantes tubos de colores verde, azul, amarillo y rojo se encuentran intercalados con vigas de metal, y se ven lo más parecido a una obra de arte, al igual que los elementos alojados en el interior.


Sigo una señal que me dirige hacia una gran plaza pavimentada, llena de estudiantes, familias y grupos de turistas paseando. Los artistas están rodeados por unas pequeñas multitudes y los niños corren alrededor, con su risa resonando en los descomunales espacios vacíos creados por el enorme edificio.


Justo como Pedro me instruyó, tomo las escaleras eléctricas más grandes que haya visto alguna vez. Todo el trayecto está encapsulado en túneles de plexiglás, dándome una vista de una enorme extensión de París, con edificios en la distancia que sólo he visto en libros. Inmediatamente diviso la Torre Eiffel, ambientada en un telón de fondo de brillante cielo azul.


Mi reflejo me saluda usando un sencillo vestido suelto junto con un jersey, con mi cabello oscuro luciendo brillante en el sol de la tarde. Mi rostro está sonrojado con anticipación y estoy alejando el temblor de ansiedad porque no tengo idea de qué está sucediendo, y por qué he dejado a Pedro al mando completamente. ¿Todavía soy su sirvienta? Me detengo, a medio paso entre una escalera eléctrica y la siguiente, mientras la posibilidad se sumerge. Nuestro equilibrio de poder ya está sesgado desde que llegamos aquí. ¿Hacia qué me estoy dirigiendo?


Pero, razono, cuando te dejaste llevar anoche, él tomó el control y te dio la noche erótica más intensa de tu vida. 


Confía en él.


Con una respiración profunda, llego a la cima y me encamino hacia el moderno restaurante. Una hermosa mujer con cabello color rojo tomate y con un corto vestido blanco me guía a través de un espacio que parece más como un lugar perteneciente a una película de ciencia ficción que a un lugar para cenar. Todo es de metal afelpado y de color blanco reluciente, de vigas de acero y esculturas pulidas. 


Las mesas son elegantes e industriales, cada una cubierta con una rosa de tallo largo de color rojo rubí. El área del comedor al aire libre está protegida por vidrios de corte bajo para no esconder la vista porque, guau… qué vista.


Le agradezco y tomo un asiento en el bar, revisando mi teléfono por algún mensaje. Acabo de comenzar a escribirle un mensaje a Pedro cuando siento un ligero golpecito en mi hombro.


—¿Te importaría si me siento aquí? —pregunta, nervioso. Y, oh. Este no es el mismo juego que el de anoche. La confusión se debe mostrar en mi expresión porque continúa—: A menos que estés esperando por alguien, por supuesto.


Extraños. Esto lo puedo hacer. Eso lo sabemos.


—No. Eh… no, en lo absoluto. Adelante —le digo, y señalo el asiento a mi derecha.


Pedro dobla toda su complexión de un metro ochenta y nueve centímetros en el afelpado taburete de aluminio, y juega con la servilleta de tela cuidadosamente doblada. No conseguí beber la vista completa de él antes de que se fuera esta mañana, e intento secretamente echarle un vistazo mientras se mueve nerviosamente, jugando a este nuevo personaje.


Está usando una camisa que nunca he visto, de color verde oscuro con un estampado tan delicado que tengo que mirar de cerca para lograr descifrarlo. Su pantalón de color negro le queda a la perfección; hay un matiz de barba incipiente que cubre su mandíbula, y su cabello parece un poco más desarreglado que de costumbre, cayendo sobre su frente. 


De repente, tengo el deseo de pasar mis dedos por él mientras tiro de su rostro entre mis piernas.


En realidad tengo que apartar la mirada para recuperar el aliento.


Este hombre es mi esposo.


Te ves increíble, quiero decir.


¿Cómo encontré a alguien tan perfecto y fácilmente en Las Vegas de todos los lugares? Quiero preguntar.


Pero en cambio, permanezco en silencio y le permito mostrarme cómo se supone que funcione esta noche.


—Creo que fui plantado —dice, y ahora que he recobrado la
compostura, me volteo para mirarlo.


—Eso es terrible. ¿No te llamaron o enviaron un mensaje?
Niega con la cabeza y se pasa una mano por el cabello,
enderezándolo nuevamente. —Probablemente es lo mejor —dice con un decidido levantamiento de mentón—. No creo que seamos compatibles de todos modos.


Me inclino hacia él. —¿Esta se suponía que era la primera cita?


Niega con la cabeza y abre la boca para hablar, deteniéndose cuando el camarero se para en frente de nosotros. —Un whisky-soda s’il vous plaît18 —le dice al hombre antes de girarse hacia mí, expectante.


—Eh… gin et… tonic?19 —lo digo como una pregunta, y el camarero sonríe antes de alejarse.


Pedro le da una persistente mirada a la espalda del camarero, luego se aclara la garganta antes de continuar—: Hemos estado juntos por un tiempo, pero… —Se detiene abruptamente, sacudiendo la cabeza. Se inclina más cerca, bajando su tono de voz cuando dice—: No, ignora eso.No quiero fingir ser infiel.


Me muerdo el labio para contener mi sonrisa. Jesús, es lindo.


—Lo que quiero decir es que, hemos hablado por teléfono un par de veces —dice, con sus ojos buscando los míos como si este pretexto funcionara mejor—. Nunca se sintió completamente bien, pero pensé que si nos conocíamos en persona…


Canturreo en respuesta, sacudiendo la cabeza con simpatía. — Lamento que ella no esté aquí.


Toma una respiración profunda antes de relajar sus hombros, y frunce sus labios en un puchero comestible. —¿Qué hay de ti? Dijiste que no te ibas a encontrar con nadie. ¿Vas a cenar sola? —Levantando las manos, añade—: Y pregunto esto en la manera menos acosadora posible. Por favor, no llames a seguridad.


Me río, dándole vueltas al teléfono en la barra frente a mí. —Soy nueva en la ciudad —le digo—. Fue un largo día en el trabajo y necesitaba un trago. Un amigo me dijo que este lugar tenía la mejor vista.


—¿Un amigo?


—Es sólo un tipo que conozco —bromeo.


Pedro sonríe y mira por encima de su hombro. —Tu amigo podría estar equivocado. No estoy seguro que podría superar la vista en la cima de eso —dice, señalando a la Torre Eiffel.


El camarero coloca nuestras bebidas delante de nosotros y extiendo mi mano para alcanzar mi copa. —Sin embargo, no está permitido el alcohol allá arriba.


—Ah, pero claro. Hay champán en el nivel superior. Servida en la copa de plástico más sofisticada de por aquí. No querrás perderte eso mientras estés aquí.


—Me haces querer enfrentarme a las espantosas líneas y a los claustrofóbicos ascensores.


—Deberías asegurarte de hacerlo antes de que te vayas —me dice—. Es una cosa de turistas, pero es casi necesaria al menos una vez en tu vida.


—En realidad, sí vi la cima —admito, y tomo un sorbo de mi bebida—Fui sola en uno de mis primeros días en la ciudad. No sabía que tenían bebidas alcohólicas allí, o me hubiese quedado por mucho más tiempo.


—Quizás alguien pueda ir contigo la próxima vez —dice en voz baja, la disculpa ensombreciendo su expresión. Se siente culpable porque estoy sola mucho tiempo. Me siento culpable por interrumpirlo. Ambos estamos viviendo demasiado en nuestras propias cabezas, no me extraña que finjamos.


—Quizás —respondo con una sonrisa—. ¿Y vives aquí? ¿En París?


Pedro asiente y toma otro sorbo de su bebida. —Sí. Pero mi madre es estadounidense. Viajé por el estado después de la universidad.


—¿Sólo viajar? —bromeo—. ¿Fuiste de mochilero por los Estados Unidos?


—Casi —dice con una sonrisa—. El verano antes de la escuela de derecho participé en un programa llamado Bike and Build. ¿Has oído hablar de él?


Sacudo la cabeza un poco, diciendo únicamente—: He oído del nombre… —Por supuesto que Pedro lo ha mencionado antes, pero me siento un poco culpable por nunca haberle preguntado más sobre ello.


—Se trata básicamente de un grupo de personas, en su mayoría de edad universitaria, que hacen ciclismo por todo el país durante tres meses, deteniéndose en la ruta para trabajar en varias obras de construcción.


—Fui a Las Vegas después de graduarme de la universidad. Creo que ganaste.


—Bueno eso también podría ser divertido —dice, con sus ojos provocándome mientras toma un sorbo de su copa—. He escuchado que hay bastante aventura en Las Vegas.


—Sí —digo y sonrío—. ¿Pero tres meses? ¿En una bicicleta?


Pedro se ríe. —Tres meses. Bueno, once semanas para ser exactos.Pedaleando alrededor de noventa y siete kilómetros al día.


—Moriría. Habría llamado a mi madre para que me buscara cerca del día cuatro.


Hace un espectáculo mirándome de arriba abajo apreciativamente.


—Te ves como si pudieras manejarlo.


Niego con la cabeza. —Te aseguro que no soy buena sobre dos ruedas. Así que, dime. ¿Dormías en hoteles o…?


—A veces —responde con un encogimiento de hombros—. Algunos grupos se quedan en iglesias u otros lugares. Tal vez un grupo de familias. A mi grupo le gustaba, eh… —Hace una pausa para buscar la palabra, sus cejas se juntan—. ¿Dormir al aire libre en una tienda de campaña?


—Un campamento —digo con una sonrisa.


Chasquea los dedos. —Eso. Generalmente estábamos en un lugar por unos pocos días mientras trabajábamos, por lo tanto establecimos una especie de campamento ambulante. 
Tres o cuatro de nosotros compartíamos una tienda de lona, durmiendo en el peor catre que te puedas imaginar.


Lo miro ahora, en su impecable camisa y su pantalón de vestir planchado, y se me hace difícil imaginármelo incluso cómo vestía en Las Vegas, por no mencionar sudado y trabajando en obras de construcción.


Dejo que mis ojos se detengan en su cuello y disfruto de la fantasía por un segundo. —Eso es bastante intenso.


Asiente, de acuerdo. —Cuatro de nosotros, juntos todo el día.
Algunas veces era insoportable el calor. Lo pegajoso que podía ser, pero seguíamos trabajando hasta la noche. Fue difícil, pero fue lo más divertido que he hecho. No sé si alguna vez conoceré a alguien de la forma en que conozco a estos tres amigos.


Fascinada, me salgo del personaje por un momento. —¿Te refieres a Orlando, Fernando y Perry?


Una sombra cae sobre su rostro y asiente lentamente.


Mierda. —Lo siento, no fue mi intención…


Pero él ya está levantando la mano. —No. Esas son algunas de las mejores y… complicadas relaciones de mi vida. ¿Eso tiene sentido? — Asiento—. Algunas veces corría junto a ellos durante ocho o diez horas al día. Dormí con tres personas en un espacio no más grande que un baño promedio. Extrañábamos juntos a nuestras familias, nos consolábamos mutuamente, celebrábamos algunos de los momentos de más orgullo de nuestras vidas. Prácticamente vivir en el bolsillo del otro a esa edad hizo que tres meses se sintieran como una vida, y… supongo que quizás es difícil cuando la vida cambia en formas que no son como lo imaginamos o esperamos.


Por lo que sea que este Perry esté pasando, es obvio que es algo con lo que Pedro está teniendo dificultades para lidiar. Se queda en silencio por un momento, dirigiendo su atención a su copa. No estoy acostumbrada a verlo de esta manera, y se presiona como una herida en mi pecho. No me di cuenta de lo hambrienta que me encontraba por más detalles de su vida hasta que llegamos aquí, fingiendo estar compartiendo estos pedazos con un extraño. —No tienes que hablar de ello. —le digo en voz baja.


—Es sólo que no hay nada que pueda hacer para arreglar lo que está atravesando Perry, y… no quiero sonar engreído, pero no es una situación con la que esté familiarizado.


—Con lo que sea que está lidiando —le digo—, puedes estar allí, pero es su vida. No puedes hacer que sea perfecta para él.


Me estudia por un segundo en silencio, abriendo su boca y luego cerrándola de nuevo. —No… es sólo que… —Se detiene y toma una respiración profunda—. Lo sé. Tienes razón.




17El término de «Margen Derecha» (Rive droite, en francés) designa la mitad norte de la ciudad, respecto al
curso del río Sena ya que el río corta la ciudad en los dos márgenes.
18Un Whisky con soda, por favor.
19Un Gin-Tonic