sábado, 8 de noviembre de 2014
CAPITULO 41
El Centro Pompidou es fácil de encontrar. Gracias a Google, sé que está centrado en el Margen Derecho del Río Sena17, y se sitúa en un área conocida como el barrio Beaubourg.
Después de mis días de exploración, tengo una muy buena idea de dónde estoy. Pero a pesar de que vi una foto del museo por internet, de ninguna manera estoy preparada para el monstruoso y esquelético fenómeno que parece alzarse por encima de la ciudad que lo rodea.
Es como si el enorme edificio hubiera sido despojado de sus capas externas, revelando las mismas piezas que lo mantiene erguido justo debajo. Brillantes tubos de colores verde, azul, amarillo y rojo se encuentran intercalados con vigas de metal, y se ven lo más parecido a una obra de arte, al igual que los elementos alojados en el interior.
Sigo una señal que me dirige hacia una gran plaza pavimentada, llena de estudiantes, familias y grupos de turistas paseando. Los artistas están rodeados por unas pequeñas multitudes y los niños corren alrededor, con su risa resonando en los descomunales espacios vacíos creados por el enorme edificio.
Justo como Pedro me instruyó, tomo las escaleras eléctricas más grandes que haya visto alguna vez. Todo el trayecto está encapsulado en túneles de plexiglás, dándome una vista de una enorme extensión de París, con edificios en la distancia que sólo he visto en libros. Inmediatamente diviso la Torre Eiffel, ambientada en un telón de fondo de brillante cielo azul.
Mi reflejo me saluda usando un sencillo vestido suelto junto con un jersey, con mi cabello oscuro luciendo brillante en el sol de la tarde. Mi rostro está sonrojado con anticipación y estoy alejando el temblor de ansiedad porque no tengo idea de qué está sucediendo, y por qué he dejado a Pedro al mando completamente. ¿Todavía soy su sirvienta? Me detengo, a medio paso entre una escalera eléctrica y la siguiente, mientras la posibilidad se sumerge. Nuestro equilibrio de poder ya está sesgado desde que llegamos aquí. ¿Hacia qué me estoy dirigiendo?
Pero, razono, cuando te dejaste llevar anoche, él tomó el control y te dio la noche erótica más intensa de tu vida.
Confía en él.
Con una respiración profunda, llego a la cima y me encamino hacia el moderno restaurante. Una hermosa mujer con cabello color rojo tomate y con un corto vestido blanco me guía a través de un espacio que parece más como un lugar perteneciente a una película de ciencia ficción que a un lugar para cenar. Todo es de metal afelpado y de color blanco reluciente, de vigas de acero y esculturas pulidas.
Las mesas son elegantes e industriales, cada una cubierta con una rosa de tallo largo de color rojo rubí. El área del comedor al aire libre está protegida por vidrios de corte bajo para no esconder la vista porque, guau… qué vista.
Le agradezco y tomo un asiento en el bar, revisando mi teléfono por algún mensaje. Acabo de comenzar a escribirle un mensaje a Pedro cuando siento un ligero golpecito en mi hombro.
—¿Te importaría si me siento aquí? —pregunta, nervioso. Y, oh. Este no es el mismo juego que el de anoche. La confusión se debe mostrar en mi expresión porque continúa—: A menos que estés esperando por alguien, por supuesto.
Extraños. Esto lo puedo hacer. Eso lo sabemos.
—No. Eh… no, en lo absoluto. Adelante —le digo, y señalo el asiento a mi derecha.
Pedro dobla toda su complexión de un metro ochenta y nueve centímetros en el afelpado taburete de aluminio, y juega con la servilleta de tela cuidadosamente doblada. No conseguí beber la vista completa de él antes de que se fuera esta mañana, e intento secretamente echarle un vistazo mientras se mueve nerviosamente, jugando a este nuevo personaje.
Está usando una camisa que nunca he visto, de color verde oscuro con un estampado tan delicado que tengo que mirar de cerca para lograr descifrarlo. Su pantalón de color negro le queda a la perfección; hay un matiz de barba incipiente que cubre su mandíbula, y su cabello parece un poco más desarreglado que de costumbre, cayendo sobre su frente.
De repente, tengo el deseo de pasar mis dedos por él mientras tiro de su rostro entre mis piernas.
En realidad tengo que apartar la mirada para recuperar el aliento.
Este hombre es mi esposo.
Te ves increíble, quiero decir.
¿Cómo encontré a alguien tan perfecto y fácilmente en Las Vegas de todos los lugares? Quiero preguntar.
Pero en cambio, permanezco en silencio y le permito mostrarme cómo se supone que funcione esta noche.
—Creo que fui plantado —dice, y ahora que he recobrado la
compostura, me volteo para mirarlo.
—Eso es terrible. ¿No te llamaron o enviaron un mensaje?
Niega con la cabeza y se pasa una mano por el cabello,
enderezándolo nuevamente. —Probablemente es lo mejor —dice con un decidido levantamiento de mentón—. No creo que seamos compatibles de todos modos.
Me inclino hacia él. —¿Esta se suponía que era la primera cita?
Niega con la cabeza y abre la boca para hablar, deteniéndose cuando el camarero se para en frente de nosotros. —Un whisky-soda s’il vous plaît18 —le dice al hombre antes de girarse hacia mí, expectante.
—Eh… gin et… tonic?19 —lo digo como una pregunta, y el camarero sonríe antes de alejarse.
Pedro le da una persistente mirada a la espalda del camarero, luego se aclara la garganta antes de continuar—: Hemos estado juntos por un tiempo, pero… —Se detiene abruptamente, sacudiendo la cabeza. Se inclina más cerca, bajando su tono de voz cuando dice—: No, ignora eso.No quiero fingir ser infiel.
Me muerdo el labio para contener mi sonrisa. Jesús, es lindo.
—Lo que quiero decir es que, hemos hablado por teléfono un par de veces —dice, con sus ojos buscando los míos como si este pretexto funcionara mejor—. Nunca se sintió completamente bien, pero pensé que si nos conocíamos en persona…
Canturreo en respuesta, sacudiendo la cabeza con simpatía. — Lamento que ella no esté aquí.
Toma una respiración profunda antes de relajar sus hombros, y frunce sus labios en un puchero comestible. —¿Qué hay de ti? Dijiste que no te ibas a encontrar con nadie. ¿Vas a cenar sola? —Levantando las manos, añade—: Y pregunto esto en la manera menos acosadora posible. Por favor, no llames a seguridad.
Me río, dándole vueltas al teléfono en la barra frente a mí. —Soy nueva en la ciudad —le digo—. Fue un largo día en el trabajo y necesitaba un trago. Un amigo me dijo que este lugar tenía la mejor vista.
—¿Un amigo?
—Es sólo un tipo que conozco —bromeo.
Pedro sonríe y mira por encima de su hombro. —Tu amigo podría estar equivocado. No estoy seguro que podría superar la vista en la cima de eso —dice, señalando a la Torre Eiffel.
El camarero coloca nuestras bebidas delante de nosotros y extiendo mi mano para alcanzar mi copa. —Sin embargo, no está permitido el alcohol allá arriba.
—Ah, pero claro. Hay champán en el nivel superior. Servida en la copa de plástico más sofisticada de por aquí. No querrás perderte eso mientras estés aquí.
—Me haces querer enfrentarme a las espantosas líneas y a los claustrofóbicos ascensores.
—Deberías asegurarte de hacerlo antes de que te vayas —me dice—. Es una cosa de turistas, pero es casi necesaria al menos una vez en tu vida.
—En realidad, sí vi la cima —admito, y tomo un sorbo de mi bebida—Fui sola en uno de mis primeros días en la ciudad. No sabía que tenían bebidas alcohólicas allí, o me hubiese quedado por mucho más tiempo.
—Quizás alguien pueda ir contigo la próxima vez —dice en voz baja, la disculpa ensombreciendo su expresión. Se siente culpable porque estoy sola mucho tiempo. Me siento culpable por interrumpirlo. Ambos estamos viviendo demasiado en nuestras propias cabezas, no me extraña que finjamos.
—Quizás —respondo con una sonrisa—. ¿Y vives aquí? ¿En París?
Pedro asiente y toma otro sorbo de su bebida. —Sí. Pero mi madre es estadounidense. Viajé por el estado después de la universidad.
—¿Sólo viajar? —bromeo—. ¿Fuiste de mochilero por los Estados Unidos?
—Casi —dice con una sonrisa—. El verano antes de la escuela de derecho participé en un programa llamado Bike and Build. ¿Has oído hablar de él?
Sacudo la cabeza un poco, diciendo únicamente—: He oído del nombre… —Por supuesto que Pedro lo ha mencionado antes, pero me siento un poco culpable por nunca haberle preguntado más sobre ello.
—Se trata básicamente de un grupo de personas, en su mayoría de edad universitaria, que hacen ciclismo por todo el país durante tres meses, deteniéndose en la ruta para trabajar en varias obras de construcción.
—Fui a Las Vegas después de graduarme de la universidad. Creo que ganaste.
—Bueno eso también podría ser divertido —dice, con sus ojos provocándome mientras toma un sorbo de su copa—. He escuchado que hay bastante aventura en Las Vegas.
—Sí —digo y sonrío—. ¿Pero tres meses? ¿En una bicicleta?
Pedro se ríe. —Tres meses. Bueno, once semanas para ser exactos.Pedaleando alrededor de noventa y siete kilómetros al día.
—Moriría. Habría llamado a mi madre para que me buscara cerca del día cuatro.
Hace un espectáculo mirándome de arriba abajo apreciativamente.
—Te ves como si pudieras manejarlo.
Niego con la cabeza. —Te aseguro que no soy buena sobre dos ruedas. Así que, dime. ¿Dormías en hoteles o…?
—A veces —responde con un encogimiento de hombros—. Algunos grupos se quedan en iglesias u otros lugares. Tal vez un grupo de familias. A mi grupo le gustaba, eh… —Hace una pausa para buscar la palabra, sus cejas se juntan—. ¿Dormir al aire libre en una tienda de campaña?
—Un campamento —digo con una sonrisa.
Chasquea los dedos. —Eso. Generalmente estábamos en un lugar por unos pocos días mientras trabajábamos, por lo tanto establecimos una especie de campamento ambulante.
Tres o cuatro de nosotros compartíamos una tienda de lona, durmiendo en el peor catre que te puedas imaginar.
Lo miro ahora, en su impecable camisa y su pantalón de vestir planchado, y se me hace difícil imaginármelo incluso cómo vestía en Las Vegas, por no mencionar sudado y trabajando en obras de construcción.
Dejo que mis ojos se detengan en su cuello y disfruto de la fantasía por un segundo. —Eso es bastante intenso.
Asiente, de acuerdo. —Cuatro de nosotros, juntos todo el día.
Algunas veces era insoportable el calor. Lo pegajoso que podía ser, pero seguíamos trabajando hasta la noche. Fue difícil, pero fue lo más divertido que he hecho. No sé si alguna vez conoceré a alguien de la forma en que conozco a estos tres amigos.
Fascinada, me salgo del personaje por un momento. —¿Te refieres a Orlando, Fernando y Perry?
Una sombra cae sobre su rostro y asiente lentamente.
Mierda. —Lo siento, no fue mi intención…
Pero él ya está levantando la mano. —No. Esas son algunas de las mejores y… complicadas relaciones de mi vida. ¿Eso tiene sentido? — Asiento—. Algunas veces corría junto a ellos durante ocho o diez horas al día. Dormí con tres personas en un espacio no más grande que un baño promedio. Extrañábamos juntos a nuestras familias, nos consolábamos mutuamente, celebrábamos algunos de los momentos de más orgullo de nuestras vidas. Prácticamente vivir en el bolsillo del otro a esa edad hizo que tres meses se sintieran como una vida, y… supongo que quizás es difícil cuando la vida cambia en formas que no son como lo imaginamos o esperamos.
Por lo que sea que este Perry esté pasando, es obvio que es algo con lo que Pedro está teniendo dificultades para lidiar. Se queda en silencio por un momento, dirigiendo su atención a su copa. No estoy acostumbrada a verlo de esta manera, y se presiona como una herida en mi pecho. No me di cuenta de lo hambrienta que me encontraba por más detalles de su vida hasta que llegamos aquí, fingiendo estar compartiendo estos pedazos con un extraño. —No tienes que hablar de ello. —le digo en voz baja.
—Es sólo que no hay nada que pueda hacer para arreglar lo que está atravesando Perry, y… no quiero sonar engreído, pero no es una situación con la que esté familiarizado.
—Con lo que sea que está lidiando —le digo—, puedes estar allí, pero es su vida. No puedes hacer que sea perfecta para él.
Me estudia por un segundo en silencio, abriendo su boca y luego cerrándola de nuevo. —No… es sólo que… —Se detiene y toma una respiración profunda—. Lo sé. Tienes razón.
17El término de «Margen Derecha» (Rive droite, en francés) designa la mitad norte de la ciudad, respecto al
curso del río Sena ya que el río corta la ciudad en los dos márgenes.
18Un Whisky con soda, por favor.
19Un Gin-Tonic
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