lunes, 27 de octubre de 2014
CAPITULO 13
El vestíbulo parece demasiado tranquilo a su paso, y miro alrededor, preguntándome si Pedro está mirando desde algún rincón oscuro, viendo que no seguí adelante. Pero no está en el vestíbulo. No tengo idea de dónde está. Él es la única razón por la que me quedé atrás. Incluso si tuviera su número, no tengo mi teléfono. Incluso si tuviera mi teléfono, no tengo idea de dónde dejé el cargador. Yo borracha definitivamente tengo que hacer un mejor seguimiento de las cosas.
Así que hago lo único en lo que puedo pensar: me dirijo arriba a la habitación del hotel, a ducharme de nuevo y empacar, para tratar de darle algún sentido a este lío.
Un paso dentro y destellos de la noche anterior parecen invadir la habitación. Cierro los ojos para profundizar, hambrienta por más detalles.
Sus manos en mi culo, mis pechos, mis caderas. El fuerte arrastre de él a lo largo de mi muslo interno. Su boca sujetándose a mi cuello, chupando un moretón en la piel.
Mis pensamientos son interrumpidos por un golpe silencioso en la puerta.
Por supuesto que es él, luciendo recién duchado y tan conflictivo como me siento. Se mueve más allá de mí, en el cuarto, y se sienta en el borde de la cama.
Apoya los codos en las rodillas y me mira a través del pelo que ha caído en sus ojos. Incluso parcialmente serio, son tan expresivos que siento la piel de gallina estallar a lo largo de mis brazos.
Sin preámbulo o calentamiento, dice—: Creo que deberías venir a Francia para el verano.
Hay mil cosas que puedo decir para abordar la ridiculez que está ofreciendo. Por un lado, no lo conozco. Además, no hablo francés. Los boletos son escandalosamente caros, y ¿dónde viviría? ¿Qué haría durante todo el verano viviendo con un extraño en Francia?
—Me voy a mudar a Boston en un par de semanas.
Pero ya está sacudiendo la cabeza. —No tienes que mudarte hasta principios de agosto.
Siento mis cejas levantarse. Al parecer, le conté cada sencillo detalle de mi vida. No estoy segura de sí debería sentirme impresionada porque lo recuerda todo, o culpable porque lo hice sentarse por mucho tiempo.
Inclino mi cabeza, esperando. La mayoría de las chicas dirían algo aquí. Un hombre hermoso está ofreciendo algo bastante increíble, y estoy esperando a ver qué otra cosa quiere decir.
Lamiendo sus labios, parece cómodo con el conocimiento de que no me ha dado algo que tengo que responder aún. —Sólo escúchame.
Podrías quedarte en mi piso. Tengo un buen trabajo, y puedo darme el lujo de alimentarte y albergarte por un verano. Trabajo muchas horas, es cierto.Pero podrías solo... —Aparta la mirada, hacia el piso—. Podrías disfrutar de la ciudad. París es la ciudad más bella, Cerise. Hay un sinfín de cosas por hacer. Has tenido unos años muy duros y tal vez serías feliz teniendo un verano suave en Francia. —Mirándome de nuevo, en voz baja añade—: Conmigo.
Me muevo hacia la cama y me siento, dejando un montón de
distancia entre nosotros. El servicio de limpieza ya ha cambiado las sábanas, arreglando el caos que creamos; lo que hace que sea más fácil fingir que anoche fue la vida de otra persona.
—No nos conocemos realmente el uno al otro, es verdad—admite—. Pero veo tu indecisión sobre Boston. Te mudarás allí para escapar de tu padre. Te mudarás allí para seguir avanzando. Tal vez sólo tengas que hacer una pausa y respirar. ¿Lo has hecho alguna vez en los cuatro años transcurridos desde el accidente?
Quiero que siga hablando porque he decidido que, aunque no lo conozco lo suficiente como para estar enamorada de él, me encanta su voz. Me encanta el rico timbre de caoba, las vocales encrespadas y las consonantes seductoras. Su voz baila. Nada podría sonar áspero o agudo en esa voz.
Pero tan pronto como tengo ese pensamiento, sé que está mal.
Recuerdo cómo sonaba cuando demandaba perfectamente anoche:
Pon las manos en la pared.
No puedo esperar más tiempo para tenerte allí, Cerise.
Muéstrame lo mucho que amas sentirme en tu lengua.
No tengo una respuesta para su oferta, así que no le doy una. Sólo me arrastro hasta la almohada y me tumbo sobre mi espalda, exhausta. Él se une a mí, acostado hombro con hombro hasta que me acurruco en él, deslizando mis manos por su pecho y en su cabello. Su forma desencadena una memoria muscular: cuán lejos tengo que estirarme para envolver mis brazos alrededor de él, cómo se siente contra mis palmas.
Presiono mi nariz en la cuerda de músculo entre su cuello y el hombro, respirando su olor a limpio: jabón de hotel y el toque de océano que empuja a través.
Pedro rueda para mirarme, besando mi cuello, mandíbula, los labios una vez, pero se detiene, con los ojos abiertos.
Sus manos se deslizan por mi espalda, sobre la curva de mi culo a mi muslo y más abajo, en la parte posterior de la rodilla, jalándola sobre su cadera, ajustándome a él. Entre mis piernas, puedo sentir lo mucho que me quiere. Lo puedo sentir, también, extendido y presionando. Pero en lugar de continuar, nos quedamos dormidos.
Cuando me despierto, hay un trozo de papel sobre la almohada vacía. Ha dejado su número y su promesa de estar allí en el momento en que lo necesite, pero se ha ido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario