jueves, 23 de octubre de 2014
CAPITULO 5
Después camina unos metros más lejos para conseguir la atención del camarero, las chicas me dan una exagerada mirada de ¿qué demonios? y me encojo de nuevo porque, en realidad, ¿qué puedo decir?
La historia se presenta justo en frente de ellas. Un chico caliente y sus amigos calientes nos encontraron en un club, y dicho tío bueno me está comprando una bebida.
Lola, Helena, y los amigos de Pedro conversan educadamente pero apenas pueden escucharlos, gracias a la música en auge y a los latidos de mi corazón golpeando en mis oídos. Trato de no mirar hacia la barra donde Pedro se ha metido entre unos cuerpos, pero en mi visión periférica puedo ver su cabeza por encima de la mayoría de los demás, y su cuerpo largo y esbelto inclinándose hacia adelante para darle su orden al camarero.
Él vuelve unos minutos después con un nuevo vaso lleno de hielo, limones y líquido transparente, ofreciéndomelo con una sonrisa dulce. — Gin tonic, ¿verdad?
—Estaba esperando que me consiguieras algo arriesgado. Algo en una piña o con chispas.
—Olí tu vaso —dice, encogiéndose de hombros—. Quería
mantenerlo con la misma bebida. Además —Hace un gesto hacía mi cuerpo—, tienes toda esta cosa de chica flapper con el vestido corto y el… —Dibuja un círculo en el aire con su dedo índice cerca de mi cabeza—, flequillo con tu cabello negro y recto. Y esos labios rojos. Te miro y pienso en ginebra —Se detiene, rascándose la barbilla, y añade—: en realidad, te miro y pienso en…
Riendo, levanto mi mano para detenerlo allí. —No tengo ni idea de qué hacer contigo.
—Tengo algunas sugerencias.
—Estoy segura de que sí.
—¿Te gustaría escucharlas? —dice, sonriéndome firmemente.
Tomo una respiración profunda para calmarme, bastante segura de que estoy en camino de perder mi cabeza con él. —Que si me cuentas algo de ustedes. ¿Todos viven en Estados Unidos?
—No. Nos conocimos hace unos años haciendo un programa de voluntariado aquí, yendo en bici de una ciudad a otra, construyendo viviendas de bajos ingresos de aquí por allá. Lo hicimos después de la universidad hace unos años y trabajamos desde Florida hasta Arizona.
Lo miro más de cerca ahora. No había pensado mucho en quién es, ni lo que hace, pero esto es mucho más interesante que un grupo de gilipollas extranjeros malgastando el dinero en una suite de Las Vegas. E ir en bicicleta de estado a estado, sin duda explica los muslos musculosos.
—Eso no es en absoluto lo que esperaba que dijeras.
—Éramos cuatro, llegamos a ser muy unidos. Fernando, Orlando, Perry y yo.
Este año hemos hecho una reunión para volver a montar, pero sólo desde Austin hasta aquí. Somos hombres viejos ahora.
Miro a mi alrededor por la estancia y luego levanto mis cejas hacia él de manera significativa. —¿Dónde está?
Pero Pedro sólo se encoge de hombros. —Sólo nosotros tres esta vez.
—Suena increíble.
Bebiendo, asiente. —Fue increíble. Me da miedo volver a casa el martes.
—¿Dónde está exactamente casa? ¿Francia?
Él sonríe. —Sí.
—Volver a Francia. Qué lata —digo secamente.
—Deberías venir a París conmigo.
—Ja. Claro.
Me estudia durante mucho rato. —Lo digo en serio.
—Oh, estoy segura de que lo haces.
Toma un sorbo de su copa de nuevo, con las cejas levantadas. — Puedes ser la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Sospecho que también eres la más inteligente —Se inclina un poco, susurrando—:¿Puedes hacer malabares?
Riendo, le digo—: No.
—Es una pena. —Forma una sonrisa en mi boca—. Bueno, tengo que permanecer en Francia por otros seis meses más o menos. Tendrás que vivir allí conmigo por un tiempo antes de poder comprar una casa en Estados Unidos. Puedo enseñarte entonces.
—Ni siquiera sé tú apellido —digo, riendo más duro ahora—. No podemos estar discutiendo sobre una lección de malabares y el vivir juntos aun.
—Mi apellido es Alfonso. Mi padre es francés. Mi madre es estadounidense.Tendrás que aprenderlo —dice, mientras un hoyuelo aparece—, vas a tener que firmar con tu nuevo nombre los cheques bancarios después de todo.
Por último, tengo que mirar hacia otro lado. Tengo que tomar un descanso de su sonrisa y este nivel de coqueteo.
Necesito oxígeno. Pero cuando miro a mi derecha, me encuentro con los ojos abiertos de mis amigas a mi lado.
Me aclaro la garganta, determinada a no ser auto-consciente de lo mucho que me estoy divirtiendo y cuan cómoda me siento con todos estos sentimientos. —¿Qué? —pregunto, dándole a Lola mi cara de no sobre actúes.
Vuelve su atención a Pedro —Conseguiste hablar con ella.
Puedo sentir su sorpresa, y no quiero que me consuma. Si pienso demasiado sobre lo fácil que es estar con él, voy a rebotar y entrar en pánico.
—¿Ella? —pregunta, señalándome con el pulgar—. No se calla, ¿verdad?
Helena y Lola se ríen, pero es una risa de seh, tú estás loco. Lola me tira un poco hacia un lado, poniendo una mano sobre mi hombro. —Tú.
—¿Yo qué?
—Estás teniendo un momento de amor instantáneo —sisea—. Me está volviendo loca. ¿Están tus bragas todavía debajo de tu vestido? —se inclina dramáticamente como si quisiera comprobarlo.
—Nos conocimos anoche —susurro, tirando de ella hacia atrás y tratando de conseguir que baje la voz, porque a pesar de que dio un paso atrás, no nos hemos movido tan lejos. Los tres hombres están escuchando nuestro intercambio.
—¿Lo conociste y no nos lo dijiste?
—Dios, Madre Santa. Estábamos ocupadas esta mañana y me olvidé, ¿de acuerdo? Anoche estaban de fiesta en el pasillo. Los habrías escuchado, también, si no hubieras bebido el suficiente vodka como para matar a un caballo. Me acerqué y les pedí que se callaran.
—No, esa no fue la primera vez que nos vimos —Interviene Pedro sobre mi hombro—. Nos conocimos antes.
—No. No lo hicimos —insisto, diciéndole con mi expresión que se calle. Él no sabe sobre el lado protector de Lola, pero yo sí.
—Pero fue la primera vez que vio a Pedro en ropa interior —añade Fernando, amablemente—, él la invitó a pasar.
Sus cejas desaparecen debajo de la línea del cabello. —Oh, Dios mío. ¿Estoy borracha? ¿Qué hay en esta cosa? —pregunta, mirando su desagradable copa de luz.
—Oh, Dios, para —digo, mi irritación creciendo—. No entré en su habitación. No tome el caramelo que me ofrecía el fantástico desconocido a pesar de que realmente quería porque hola, míralo — agrego, sólo dándole una mirada irritada más—, deberías verlo sin camisa.
Pedro se balancea sobre sus talones, sorbiendo su bebida.
—Por favor, continúen como si no estuviera aquí. Esto es fantástico.
Por último —por suerte— Lola parece dejar el tema de lado.
Nos unimos dando un paso atrás al pequeño semicírculo que los chicos han hecho, y bebemos nuestros cócteles en un silencio poco natural.
Ya sea ignorando o siendo ajeno a la incomodidad, Pedro abre la boca. —Entonces, ¿qué están celebrando este fin de semana?
Él no sólo habla las palabras, hace morritos, pronunciando cada palabra para formar un pequeño beso. Nunca antes había tenido una urgencia tal de tocar la boca de alguien con mis dedos. Mientras Helena explica por qué estamos en Las Vegas, bebiendo chupitos y usando los vestidos más atrevidos del mundo, mis ojos se mueven por su barbilla, sobre sus mejillas. De cerca puedo ver que tiene la piel perfecta. No sólo clara, sino lisa y uniforme. Sólo sus mejillas son ligeramente rojizas, un chico de rubor constante. Lo hace ver más joven de lo que creo que es. En el escenario, él permanecería intacto. Sin panqueque, sin barra de labios. Su nariz es afilada, ojos perfectamente espaciados y de un casi intimidante verde. Me imagino que sería capaz de ver el color desde la parte trasera de un teatro. No hay manera de que pueda ser tan perfecto como parece.
—¿Qué haces cuando no estás montando en bicicleta o haciendo juegos de malabares? —pregunto, y todo el mundo se vuelve hacia mí al unísono. Siento mi pulso estallar en mi garganta, pero fuerzo mis ojos a aferrarse a Pedro esperando su respuesta.
Él planta sus codos en la barra junto a él y me da toda con su atención. —Soy abogado.
Mi fantasía se marchita inmediatamente. Mi padre estaría
encantado de saber que estoy conversando con un abogado. —Oh.
Su risa es áspera. —Siento decepcionarte.
—Nunca he conocido a un abogado antes de que no fuera viejo y lascivo —admito, ignorando las miradas que Helena y Lola le están dando a mi perfil. A este punto, sé que están contando las palabras que he dicho en los últimos diez minutos. Estoy rompiendo un récord personal ahora.
—¿Ayudaría si dijera que trabajo para una organización no
lucrativa?
—En realidad no.
—Bueno. En ese caso, te diré la verdad: trabajo para la mayor firma corporativa, la más despiadada en París. Tengo un horario horrible, realmente. Es por eso que debes venir a París. Me gustaría una razón para volver a casa temprano del trabajo.
Intento no lucir afectada por esto, pero me está mirando.
Prácticamente puedo sentir su sonrisa. Comienza como un pequeño tirón en la esquina de su boca y crece mientras más tiempo finjo. —Así que te dije acerca de mí, ¿Qué hay de ti? ¿De dónde eres, Cerise?
—Te dije mi nombre; no tienes que seguir llamándome así.
—¿Qué pasa si quiero?
Es muy difícil concentrarse cuando está sonriendo de esa manera. — No estoy segura de que debo decirte de dónde soy. Eres un extraño, podría ser peligroso y eso.
—Te puedo dar mi pasaporte. ¿Eso ayuda?
—Tal vez.
—Podemos llamar a mi mamá —dice, y mete la mano en su bolsillo trasero por su teléfono—. Ella es estadounidense, se llevarían fantásticamente. Me dice todo el tiempo el dulce chico que soy. He oído eso mucho, en realidad.
—Estoy segura que sí —digo, y sinceramente, creo que realmente me dejaría llamar a su madre—. Soy de California.
—¿Sólo California? No soy americano, pero he oído que es un estado bastante grande.
Lo miro con los ojos entrecerrados antes de finalmente añadir—: San Diego.
Sonríe como si hubiera ganado algo, como si yo hubiera envuelto esta pequeña pieza de información toda reluciente y brillante y la dejé caer en su regazo. —Ah. ¿Y qué haces ahí en San Diego? Tu amiga dijo que estás aquí para celebrar la graduación. ¿Qué sigue?
—Uh... la escuela de negocios. La Universidad de Boston —digo, y me pregunto si esa respuesta alguna vez dejará de sonar rígida y oxidada a mis propios oídos, como si estuviera leyendo un guión.
Aparentemente, también suena de esa manera para él, porque por primera vez, su sonrisa se desvanece. —No me hubiera imaginado eso.
Echo un vistazo a la barra y, sin pensar, bebo el resto de mi bebida. El alcohol quema pero siento el calor filtrase en mis extremidades. Las palabras que quiero decir burbujean en mi garganta. —Solía bailar. Ballet.—Es la primera vez que he dicho esas palabras a alguien.
Sus cejas se levantan, sus ojos moviéndose primero por encima de mi cara, luego arrastrándose por mi cuerpo. —Eso lo puedo ver.
Helena entrecierra los ojos hacia mí, y luego mira a Pedro. —Ustedes dos son tan jodidamente lindos.
—Es repugnante —concuerda Fernando por lo bajo.
Sus ojos se encuentran y se miran fijamente. Hay algún tipo de silenciosa conexión allí, como si estuvieran en el mismo equipo —ellos contra nosotros— cada uno tratando de ver cuál puede molestar más a su amigo. Y aquí es cuando sé que estamos a sólo una hora y media de Helena montando a Fernando a lo vaquera inversa en el suelo en alguna parte.
Lola pilla mi mirada y sé que estamos pensando exactamente lo mismo.
Como se predijo, Helena levanta su vaso de chupito en dirección de Fernando. En el proceso, gran parte de ello se derrama por el borde y sobre su piel. Como la mujer con clase que es, se inclina, arrastrando la lengua por el dorso de su mano antes de decir a nadie en particular—:
Probablemente voy a follármelo esta noche.
Fernando sonríe, inclinándose más cerca de ella y susurrándole algo al oído. No tengo ni idea de lo que acaba de decirle, pero estoy segura de que nunca he visto a Helena ruborizarse así. Extiende la mano, jugueteando con su pendiente. A mi lado, Lorelei gime.
Si Helena te mira a los ojos mientras se quita sus pendientes, estás a punto de ser follado o asesinado.
Cuando Fernando sonríe, me doy cuenta de que ya ha descubierto esta regla y sabe que va a ser lo primero.
—Helena —advierto.
Es evidente que Lola no puede aguantar más, porque agarra la mano de Helena para levantarla y sacarla de su silla. —Reunión en el baño de mujeres.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario