viernes, 24 de octubre de 2014
CAPITULO 7
Estoy temblando ¿Qué demonios significa que tengo un anillo que parece de bodas y por qué no puedo recordar lo que hicimos? La única cosa que recuerdo después de tirar de Pedro por el pasillo anoche es más alcohol, mucho más, y coqueteo.
Destellos de un paseo en limusina.
Helena gritando por la ventana y la sonrisa tonta de Pedro.
Creo que recuerdo haber visto a Lola besando a Orlando. El estallido de un flash de una cámara. Arrastrar a Pedro por del pasillo y sexo. Mucho sexo.
Corro al baño y pierdo el contenido de mi estómago. El alcohol que devuelvo es amargo, sabe a vergüenza y a un centenar de malas ideas vertidas por mi garganta.
.
Me lavo los dientes con el brazo débil, y agito la mano mientras le doy a mi reflejo la mirada más sucia que puedo manejar. Me veo como una mierda, tengo unos diecisiete chupones en el cuello y el pecho, y, voy a ser honesta, por el aspecto de mi boca, le chupé la polla por un largo rato la noche anterior.
Trago agua del grifo y tropiezo de vuelta a la habitación, sacando una camisa de la primera maleta con la que tropiezo. Apenas puedo caminar, derrumbándome en el suelo después de sólo unos treinta segundos de buscar mi teléfono. Cuando lo veo a través de la habitación, me arrastro hasta agarrarlo, sólo para darme cuenta que está completamente muerto y no tengo ni idea de dónde puse mi cargador.
Presionado la mejilla contra el piso, me rindo.
Eventualmente alguien encontrará mi cuerpo. ¿Cierto?
Realmente espero que esta historia sea divertida dentro de unos pocos años.
—¿Helena? —llamo, haciendo una mueca ante el sonido ronco de mi propia voz, y ante el olor a detergente y agua estancada que emana de la alfombra tan cerca de mi cara—. ¿Lola?
Pero la enorme suite está totalmente silenciosa. ¿Dónde demonios terminaron anoche? ¿Están bien? La imagen de Lola besando a Orlando regresa con más detalle: ambos de pie, frente a nosotros, bañados en luz fluorescente barata.
Santa mierda, ¿están casados, también?
Estoy casi segura de que voy a vomitar de nuevo.
Me tomo un momento para respirar por la nariz, exhalo por la boca, y mi cabeza se aclara un poco, lo suficiente para estar de pie, tomando un vaso de agua del grifo. Para no vomitar por todo el costoso lugar que el papá de Helena está pagando.
Devoro una barra energética y un plátano que encuentro en el minibar, y después bebo una lata entera de ginger ale en casi dos tragos.
Nunca voy a tener suficiente líquido nuevamente dentro de mi cuerpo, puedo sentirlo.
En la ducha, froto mi dolorida piel, me depilo y lavo, todo con las manos temblorosas por la resaca.
Paula, eres un desastre. Es por eso que eres una borracha.
La peor parte no es que me siento horrible o que es un lío lo que he hecho.
La peor parte es que quiero encontrarlo tanto como quiero
encontrar a Helena y Lola.
La peor parte es el pequeño bucle de ansiedad que siento al saber que es lunes y nos vamos hoy.
No, lo peor de todo es que soy una idiota.
Mientras me seco en la habitación y me pongo unos vaqueros y una camiseta sin mangas, miro hacia donde he dejado su nota sobre el colchón. Su ordenada caligrafía inclinada enfrenta el techo, y un delgado recuerdo empuja en mis pensamientos, de mi mano en el pecho vestido de Pedro, empujándolo fuera del baño y sentándome en la tapa del inodoro, con una pila de papel y un bolígrafo.
¿Para escribir una carta?
Creo... ¿Para... mí?
Pero no puedo encontrarla en ningún lugar; no bajo la enorme pila de mantas en el suelo, no en los cojines del sofá desordenados en la sala de estar, no en el cuarto de baño ni en cualquier lugar dentro del caos de la suite. Tiene que estar aquí. La única otra vez que me escribí una carta a mí misma, fue la única cosa que me guió a través del punto más difícil de mi vida.
Si existe una carta de ayer por la noche, tengo que encontrarla.
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