sábado, 1 de noviembre de 2014

CAPITULO 25




La doctora es más joven de lo que esperaba: una mujer de unos treinta años con una sonrisa serena y una reconfortante habilidad con el contacto visual. Mientras una enfermera toma mis signos vitales, la doctora le habla a Pedro y, presumiblemente, él explica lo que está pasando conmigo. Puedo entender sólo cuando dice mi nombre, pero por lo demás tengo que confiar en que está transmitiendo todo con precisión. Me imagino que es algo así como: ―¡El sexo fue genial y luego nos casamos y ahora ella está aquí! ¡Ayúdeme! No dejará de vomitar, es increíblemente raro. Su nombre es PAULA CHAVES . ¿Hay un servicio por el cual enviamos chicas americanas rebeldes de regreso a Estados Unidos? ¡Merci8!‖


En cuanto a mí, la doctora me hace algunas preguntas básicas en un inglés incierto. —¿Cuáles son los síntomas?


—Fiebre —digo—. Y no puedo retener ningún alimento.


—¿Cuál es su más alta, eh… temperatura antes de venir aquí?


Me encojo de hombros, mirando a Pedro. Él dice—: Environ, ah, ¿trente-neuf? ¿Trente-neuf et demi?9 —Me río, no porque tenga alguna idea de lo que acaba de decir, sino porque todavía no tengo idea de cuál es mi temperatura.


—¿Es posible que estés embarazada?


—Mmm —digo, y ambos, Pedro y yo nos reímos—. No.


—¿Te importa si hacemos un examen y tomo un poco de sangre?


—¿Para ver si estoy embarazada?


—No —aclara con una sonrisa—. Para pruebas.


Me detengo en seco cuando dice esto, mi pulso late en una carrera de velocidad. —¿Cree que tengo algo para lo que se necesita una prueba de sangre?


Sacude la cabeza, sonriendo. —Lo siento, no, estoy pensando que sólo tienes un virus estomacal. La sangre es… ah… —Busca la palabra durante varios segundos antes de mirar a Pedro por ayuda—. ¿Çan’a aucun rapport?


—No tiene nada que ver —traduce—. Pensé… —empieza y luego le sonríe a la doctora. Miro boquiabierta esta versión tímida de Pedro—. Pensé que ya que ya estamos aquí, podemos hacer las pruebas estándar para, ah… sexualmente....


—Oh —murmuro, entendiendo—. Sí.


—¿Está bien? —pregunta él—. Hará mis pruebas al mismo tiempo.


No estoy segura de lo que me sorprende más: que parezca nervioso por mi respuesta o que le esté pidiendo al médico hacernos las pruebas de enfermedades de transmisión sexual en caso de que algún día deje de vomitar y, de hecho, tengamos sexo de nuevo. Asiento, aturdida, y extiendo mi brazo cuando la enfermera saca una tira de goma para atar abajo de mi bíceps. Si esto fuera cualquier otro día y yo no acabara de vomitar hasta la mitad de mi peso, estoy segura de que tendría algo inteligente que decir. 


¿Pero en este momento? Probablemente le habría prometido a ella mi primogénito si pudiera aliviar mi estómago sólo por diez benditos minutos.


—¿Está en control de natalidad o le gustaría empezar? —pregunta la doctora, parpadeando de su gráfica hacia mí.


—Píldora. —Puedo sentir a Pedro observándome de perfil y me pregunto si un rubor se ve en la piel tan verde como el mío.





8 Gracias.
9 Aproximadamente, ¿treinta y nueve? ¿Treinta y nueve y medio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario