viernes, 31 de octubre de 2014

CAPITULO 24




Despierto por la mañana a una hora brillante y desconocida. 


En el exterior hay pájaros, voces y camiones. Huelo pan y café, y mi estómago se aprieta, protestando rápidamente que todavía no estoy lista para comer. Y tan pronto como me acuerdo del día anterior, una ola de calor cubre mi piel; si se trata de la vergüenza o la fiebre, no tengo ni idea. Me saco las mantas y veo que estoy vestida sólo con una de sus camisetas y mi ropa interior.


Y entonces, escucho a Pedro en la otra habitación, hablando inglés.


—Está durmiendo —dice—. Ha estado muy enferma, este último día.


Me incorporo en respuesta a las palabras, pero estoy más sedienta de lo que nunca he estado en mi vida. Agarro el vaso de agua en la mesita de noche, lo llevo a mis labios, bebiéndola en cuatro tragos largos y agradecidos.


—Por supuesto —dice, más cerca ahora. Está justo al otro lado de la puerta—, sólo un momento.


Sus pies entran silenciosamente en la habitación y cuando ve que estoy despierta, su cara cambia del alivio a la incertidumbre, y luego al lamento. —De hecho, ya está despierta —dice en el teléfono—. Aquí está.


Es mi teléfono el que está entregándome, y la pantalla dice que mi padre está en la línea. Pedro cubre el receptor brevemente, susurrando—: Ha llamado al menos diez veces. Lo he cargado, afortunadamente… o no —dice con una sonrisa de disculpa—, tienes un montón de batería de sobra.


Mi pecho duele, el estómago se retuerce por la culpa. Al presionar el teléfono contra mi oído, sólo consigo sacar un—: Papá, hola. Yo… —antes de que me interrumpa.


—¿Qué demonios está mal contigo? —grita, pero no espera una respuesta. Alejo el teléfono unos pocos centímetros de mi oído para aliviar el dolor de sus gritos—. ¿Estás en las drogas? ¿Es eso lo que quiere decir esta persona Pedro cuando dice que estás enferma? ¿Es ese tu traficante?


—¿Qué? —Parpadeo y mi corazón late tan rápido que estoy
aterrorizada de que tenga algún tipo de momento cardíaco—. Papá, no.


—¿Quién que no sea un drogadicto vuela a Francia sin previo aviso, Paula? ¿Estás haciendo algo ilegal?


—No, papá. Yo…


—Eres increíble, Paula. Increíble. Tu madre y yo hemos estado muy preocupados, ¡llamando constantemente en los últimos dos días! —La rabia en su voz llega tan claro como si estuviese en la habitación contigua.


Me puedo imaginar lo roja que está su cara, los labios húmedos de saliva, la mano temblorosa con la que agarra el teléfono.


—Nunca entenderás. Nunca entenderás. Sólo espero que a tus hermanos les vaya mejor cuando tengan tu edad.


Cierro la boca, cierro los ojos, cierro mis pensamientos. 


Tengo la vaga sensación de Pedro sentado a mi lado en la cama, su mano frotando círculos suaves en la espalda. La voz de mi padre está en auge, siempre con autoridad. Aun si presionaba completamente el teléfono al oído, sé que Pedro sería capaz de escuchar cada palabra. Sólo puedo imaginar lo que él le dijo a Pedro antes hablar conmigo.


En el fondo, puedo oír la voz de mi madre suplicando en un
murmullo. —David, cariño, no. —Y sé que está tratando con cuidado de hacerse con el teléfono. Y luego su voz se ha ido, voces apagadas detrás de su mano sobre el receptor.


No lo hagas, mamá, pienso. No hagas esto por mí. 


Defenderme en este momento no vale la pena los días de tratamiento de silencio seguido por más días de insultos sucios y sarcásticos.


Papá regresa a la línea, su voz templada y afilada como un cuchillo.


—¿Te das cuenta, Paula, que estás en un mundo de problemas? ¿Me escuchas? Un mundo. Si crees que voy a ayudarte a mudarte a Boston después de esto, estás delirando.


Dejo caer mi teléfono en el colchón, la voz de papá sigue a toda velocidad a través de la línea, pero el vaso de agua que he tomado no quiere quedarse en su lugar. El cuarto de baño está junto al dormitorio de Pedro, y estoy tropezando al abrirme camino, cayendo sobre mis rodillas frente a la taza del baño, y ahora no sólo tengo que sufrir la humillación de que Pedro escuche a mi padre regañándome por teléfono, sino también verme vomitar. Otra vez.


Trato de calmarme para poder ir a lavarme la cara, buscando a tientas para encontrar donde se supone que tengo que presionar para tirar de la cadena y, en su defecto, caer a un lado por el agotamiento y aterrizar en la baldosa fría.


—Paula —dice Pedro, poniéndose de rodillas junto a mí y frotando mi brazo.


—Dormiré aquí hasta que me muera. Estoy segura de que Helena enviará a uno de sus criados para recuperar mi cuerpo.


Riendo, me levanta en una posición sentada y luego me saca la camisa sobre la cabeza. —Vamos, Cerise —murmura, besándome detrás de la oreja—. Estás ardiendo. Déjame ponerte en la ducha y luego vamos al médico. Me preocupa. Estás haciendo que me preocupe.

4 comentarios:

  1. Hermosos los 2 caps. Qué amor Pedro cómo la cuida

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  2. Hermosos caps!! Pepe es un Amor!! Espero ansiosa los prox caps, bsoo @GraciasxTodoPYP

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  3. Muy buenos capítulos! Me puse al día! me encanta que Pedro la cuide, ojalá ella no se arrepienta y quiera volver, el padre es insoportable!

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  4. Que divino Pedro cuidándola.. me encanta esta novela, espero ansiosa el próximo capitulo!

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