miércoles, 12 de noviembre de 2014
CAPITULO 49
En alguna parte de mi subconsciente, siento a Pedro arrastrarse sobre la cama y cernirse sobre mí debajo de una cueva de mantas calentadas por el sol. Me despierta con la presión de su mirada fija.
Me estiro, frunciendo el ceño ante su camisa bien planchada,blanca con pequeñas formas geométricas moradas.
—¿Vas a trabajar? —pregunto, mi voz aun espesa por el sueño—.Espera. —Añado una vez que mi conciencia se abre camino a la superficie a la fuerza—. Es martes. Por supuesto que vas a trabajar.
Besa mi nariz, pasando una cálida palma por mi hombro,
descendiendo sobre mi pecho, hasta mi cintura. —Solo me quedan unas pocas semanas de esta locura —dice.
—A mí también —digo riendo. Y entonces mi sonrisa cae como un martillo salido del cielo y hago un puchero—. Ugh. ¿Por qué dije siquiera eso? Ahora quiero comerme mis sentimientos en forma de un enorme croissant de chocolate.
—Croissant —repite, besándome antes de susurrar— : Mejor esta vez, Cerise. Pero nosotros lo llamamos pain au chocolat26.
Toca mi labio con su dedo índice. Sonrío y muerdo la punta de su dedo. Tampoco quiero que esté frustrado con mi inminente partida.
Ambos somos mucho más felices cuando fingimos que no existe.
Echa su mano hacia atrás y la pasa por mi pecho otra vez.
—Estoy bastante seguro de que Capitaux se establecerá con el tiempo.
—Desearía que no tuvieras que irte.
—Yo también. —Me besa, tan suave, tan seriamente, que algo se hincha dolorosamente dentro de mi pecho. No puede ser solo mi corazón, ya que también absorbe el aire de mi cuerpo. No pueden ser solo mis pulmones, ya que hace que mi pulso se acelere. Es como si Pedro hubiera establecido su residencia dentro de mi caja torácica, haciendo que todo se descomponga.
—¿Tienes planes muy importantes para tu aventura de hoy? — pregunta.
Niego con la cabeza.
—Entonces hoy practica hablar francés —dice, resuelto.
—¿Con quién?
—Con Madame Allard, del piso de abajo. Ella te adora y cree que vamos a tener un bebé pronto.
Mis ojos se ensanchan y presiono ambas manos contra mi estómago.
—No he ganado tanto peso. —Bajo la vista a mis manos y pregunto—: ¿Lo he hecho?
Se ríe, y se inclina para besarme. —No te ves muy diferente de cuando llegaste. Dime cómo dices ―no estoy embarazada en francés. Puedes ir al piso de abajo y decírselo tú misma.
Cierro los ojos, pensando. —Je ne… suis pas… uh —Alzo la mirada hacia él— embarazada.
—Encinte —dice. Sus ojos se mueven sobre mi cuerpo, y me estiro bajo su mirada, preguntándome cuáles son las oportunidades de que se quite la ropa y me haga el amor antes de ir a trabajar.
Se aparta, pero puedo ver el apretado bulto en sus pantalones de vestir, en donde está duro debajo de su cremallera.
Le palmeo, arqueando la espalda. —Diez minutos.
Pretendo que suene juguetón, pero sus ojos se vuelven más doloridos.
—No puedo.
—Lo sé.
—Lo siento mucho, Paula. —Sus ojos buscan los míos—. Sabía que estaría ocupado, ¿en qué estaba pensando? Pero estás aquí y me siento salvaje contigo. ¿Cómo puedo arrepentirme?
—Para —digo, curvando mi mano alrededor de su forma—. Es la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. —Sus ojos se cierran con un aleteo cuando digo esto, y empuja contra mi palma antes de descender sobre mi cuerpo desnudo.
—Es extraño, ¿verdad? —pregunta en voz baja, presionando su cara contra mi cuello—. Pero no es falso. En realidad nunca ha sido de fingir.
En un salvaje estallido de color, imágenes de las pasadas semanas surgen en mi visión, cada una trayendo una oleada de nostalgia, de mucha emoción. Las dos primeras semanas desorientadoras con él, con casi todos los minutos de vigilia. La torpeza de la primera vez que hicimos el amor después de que llegamos. El calor renovado entre nosotros la noche en que me vestí como su criada. Nunca más sería capaz de servir a Pedro con una anulación con la que sería capaz de nadar de regreso a casa en unas pocas semanas.
—¿Qué vamos a hacer? —pregunto, mi voz desapareciendo en la última palabra.
Mi resplandeciente Pedro vuelve mientras se aleja con una sonrisa, como supiera que solo uno de nosotros tiene permitido considerar el lado oscuro de nuestra impulsiva —y maravillosa— aventura a la vez.
—Vamos a tener mucho sexo cuando llegue a casa de trabajar. — Esta vez, cuando se aparta, puedo decir que está determinado a ponerse en movimiento—. Déjame ver el lado travieso otra vez.
El edredón se agita sobre mí con una ráfaga de aire, y cuando se asienta, él se ha ido, y todo lo que oigo es el pesado clic de la puerta principal.
26 Pan con chocolate.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario