miércoles, 5 de noviembre de 2014

CAPITULO 34




Incluso después de mi epifanía, que ayuda a relajarme cuando finjo,todavía no estoy muy segura de cómo hacerle frente a esto. Un disfraz…


¿Cómo sexy ropa interior roja para meterme en la sintonía adecuada? ¿O Helena está sugiriendo que quite todas las barreras y vaya de lleno a un espectáculo? Mi teléfono vibra continuamente con mensajes de ella, todos llenos de enlaces y direcciones dentro de una zona conocida como Plaza Pigalle.


Y por supuesto, todos están en el vecindario cerca de nuestro apartamento, dando un mayor sentido de destino a este plan. Por qué no hacerlo fácil para mí, ¿verdad, Helena?


Pero nada es exactamente lo que busco: son ya sea oscuros y del tipo de cavernas, o publicitados con brillantes luces de neón y en maniquíes vestidas con trozos de ropa interior aterradora en la ventana.


Continúo caminando, siguiendo la última dirección que Helena envió y vagando por un estrecho callejón y luego otro. Está tranquilo en las sombras, casi húmedo, y sigo por lo que se siente como bloques antes de que aparezca el cielo en un pequeño patio. Y sólo a unos diez metros más,hay una pequeña y discreta tienda con encaje, terciopelo y cuero en la ventana.


Me siento como si hubiera sido transportada al Callejón Diagon.


Abro la puerta y me golpea el olor a lirio y salvia, un olor tan cálido y terrenal, que de inmediato siento cómo me relajo. Una mujer en el interior sale detrás del mostrador y de alguna manera sabe darme un ―Hola, y no un ―Bonjour.


Lleva un corsé de cuero, sus pechos empujándose hacia arriba envidiablemente. Mezclilla oscura se envuelve alrededor de las piernas y sus tacones tienen que ser de por lo menos doce centímetros, de un apasionado rojo camión de bomberos.


A mi alrededor hay estuches de juguetes; consoladores y vibradores, puños de goma y esposas. Cerca de la parte trasera de la tienda hay estantes de libros y videos, y a lo largo de las paredes laterales hay bastidores con trajes de todos los colores y para casi todas las fantasías.


—¿Buscas un traje para vestir o actuar? —pregunta, notando a dónde ha vuelto mi atención. A pesar de que su pregunta, tal como la expresó, es un poco confusa y a pesar de que mi cerebro quiere detenerse ante la dulzura de su acento alrededor de la palabra ―traje,sé lo que quiso decir. Porque es exactamente el por qué entré aquí.


—Actuar —digo.


En sus ojos aparece una cálida sonrisa. Una sonrisa real en una pequeña tienda enterrada en una enorme ciudad.


—Te iniciaremos con algo fácil, ¿de acuerdo? —Se acerca a un bastidor con trajes que reconozco: enfermera, sirvienta, colegiala, felina.


Paso la mano por encima del bastidor, sintiendo la emoción floreciendo debajo de mis costillas—. Y luego puedes regresar cuando él quiera un poco más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario