miércoles, 5 de noviembre de 2014
CAPITULO 36
Con esta pregunta contundente, mis ojos vuelan hacia él y mi corazón despega en una carrera de velocidad frenética.
—¿Qué?
—¿Servirme. La cena. Te hizo mojar?
—Yo… creo que sí.
—No te creo. —Sonríe, pero tiene una curva deliciosamente siniestra en ella—. Muéstrame.
Me inclino, colocando mi mano temblorosa en mi ropa interior. Estoy mojada. Vergonzosamente, sin motivo. Sin pensarlo, me acaricio mientras me observa, con los ojos cada vez más oscuros.
—Muéstrame.
Las palabras estallan algo dentro de mí y gimo, sacando mi mano.
Observa su recorrido entre mis piernas para estar justo en frente de su boca, la destreza visible en la tenue luz.
Rozo sus labios hasta que los abre y presiono dos dedos en su interior.
Su lengua es cálida y se envuelve alrededor de mis dedos; es una tortura — quiero sentir su boca entre mis piernas— y lo sabe. Me agarra por la muñeca, así que no puedo alejarme mientras chupa mi dedo, lamiéndolo como si fuera mi clítoris, burlándose de mí hasta que duele todo mi cuerpo.
Es el tipo de dolor que viene con placer sobre sus talones, con la promesa de más.
—Otra vez.
Gimo un poco, porque no quería sentir la presión de mi mano allí de nuevo sin alivio. No recuerdo la última vez que he querido tener sexo con tanta intensidad. Si es posible, estoy aún más empapada. Me deja deslizar mis dedos hacia atrás y hacia adelante más tiempo esta vez, el tiempo suficiente que puedo sentir mi orgasmo en la distancia, sabiendo lo mucho que mi cuerpo quiere liberarse.
—Detente —dice bruscamente, esta vez alcanza mi brazo y tira de mi mano. Chupa cada dedo a su vez, con los ojos fijos en los míos—. Súbete en la mesa.
Me muevo alrededor de él, empujando su plato del camino y
levantando mi trasero en la mesa, así estoy sentada frente a él y sus muslos sujetan los míos.
—Recuéstate —me dice.
Hago lo que dice, exhalando un suspiro tembloroso cuando sus manos recorren por mis piernas y hacia abajo de nuevo, antes de quitar mis elegantes y altísimos tacones negros.
Descansa mis pies sobre sus muslos y se inclina hacia adelante, besando el interior de mi rodilla.
La tela de sus pantalones de vestir es suave contra las plantas de mis pies, y su aliento se desliza por mi pierna, por encima de mi rodilla y a lo largo de mi muslo. Su cabello suave roza mi piel, sus manos se envuelven alrededor de las pantorrillas, estabilizando mis piernas.
Siento todo y es como si estuviera hecha de pura hambre.
Hace calor y el líquido, llena mis miembros y apisona mi paciencia. Tócame, grita mi cuerpo. Me retuerzo en la mesa y Pedro me detiene con una mano firme sobre mi abdomen.
—Quédate quieta —exhala una vez, un gran chorro de aire se inyecta directamente entre mis piernas.
—Por favor... —jadeo. Me encanta este lado de él, quiero más, quiero provocar el borde afilado en su tono, pero también quiero su satisfacción en mí. Estoy dividida entre tratar de petulancia y profundizar más y más en este fácil y obediente lugar.
―Por favor, ¿qué? —Besa la delicada piel justo al lado de la tela de mi ropa interior con volantes—. ¿Por favor, que te recompense por estar siendo tan buena criada?
Abro la boca, pero sólo sale un sonido bajo y suplicante cuando él olfatea en mi coño bajo la tela, presionando, besando, mostrando los dientes y deslizándolos sobre mis labios, mi pubis, hasta mi cadera.
—¿O ―por favor, que te castigue por ser tan malvada, colocando tus manos en mis ventanas?
Ambas. Sí. Por favor.
Estoy increíblemente mojada, las caderas empujan hacia arriba y pequeños ruidos escapan de mi garganta cada vez que siento la caliente presión de su aliento en mi piel.
—Tócame —le ruego—. Quiero tu boca sobre mí.
Enganchando un dedo debajo de la tela, mueve a un lado mi ropa interior mojada, lamiéndome directamente en un arrastre largo y firme de su lengua. Jadeo, arqueándome debajo de él.
Abre la boca, chupando, caliente y…
Bueno.
Dios.
Tan bueno.
Lamiéndome con la lengua aplanada, sus dedos presionan contra mí y se enroscan. Se aleja con un gruñido tranquilo y me dice—: Mírame. —Las próximas dos palabras son dichas sobre la delicada piel de mi clítoris—:Mírame besarte.
Su demanda es más una amenaza preventiva que una un orden porque no podría apartar los ojos de su posesión de mi cuerpo, incluso si quisiera.
—Sabes como el océano —gime, chupando, jalándome con los labios y la lengua. La sensación es demasiado intensa para ser llamada placer. Es algo más grande, apartando todas mis inhibiciones, por lo que me siento fuerte y lo bastante audaz para empujar mi codo, pasando la otra mano por su pelo para guiarlo suavemente mientras ruedo mis caderas.
Parece imposible que pueda sentir más, pero cuando se da cuenta que estoy cerca, comienza a gemir en mi contra, estimulando con la vibración de su voz, el empuje sólido de dos dedos y el deslizar húmedo de su lengua alrededor y alrededor y alrededor…
Me siento un poco mareada antes de caer, flotando, sacudida dichosamente por los espasmos que se sienten tan bien entre la fina línea que bordea el dolor y el placer.
Es un orgasmo tan intenso que mis piernas quieren presionarse juntas y mis caderas se arquean sobre la mesa.
Pero él me mantiene abierta, con los dedos bombeando entre mis piernas hasta que estoy sin aliento, blanda, luchando para sentarme y traerlo hacia mí.
Él se tambalea sobre sus pies, presionando su brazo sobre su boca. —Así es como suenas cuando te vienes.
Su pelo es un desastre por mis manos, sus labios hinchados por chuparme tan a fondo. —Te voy a llevar a mi cama —dice, empujando su silla hacia atrás y fuera del camino. Me tiende una mano y me ayuda a bajar de la mesa con las piernas temblorosas. Mientras camina, se afloja la corbata, se desabrocha la camisa, se saca sus zapatos. En el momento en que llegamos a su habitación, empuja sus pantalones por las piernas y hace gestos para que me siente en el borde de la cama.
En dos pasos, está frente a mí, con la mano enroscada alrededor de la base de su pene mientras la sostiene hacia mí, diciendo solamente—: Chupa.
Cuando él se inclina, mis dientes se aprietan con lo mucho que quiero saborearlo. La almohada en la que duermo todas las noches no tiene nada de su esencia. Es el sudor limpio, pasto y agua salada. Su olor es comestible y es difícil no describir cómo se siente cuando envuelvo mi mano alrededor de su eje. Es como acero en mi palma, su cuerpo tan asombrosamente apretado que no sé cuánto tiempo más puede esperar.
Lo lamo y luego otra vez, arriba y abajo de su longitud hasta que está lisa y húmeda, y se desliza fácilmente en mi boca.
Estoy temblando;salvaje por su sabor a tierra y la forma en que se cierne sobre mí. Nunca antes ha sido tan fuerte, casi salvaje por la forma en que sus manos se deslizan en mi pelo, guiándome con cuidado al principio y luego empujándolo, así puede empujar profundamente, una vez con un gemido aliviado e irregular. Por otra parte, es silencioso, sus dedos aprietan contra mi cuero cabelludo dejándome tomarlo de nuevo, sólo de vez en cuando empuja profundo. En mi boca, él se siente tan hinchado como mis labios maltratados, gordos y necesitados de ser devorado. Y lo devoro. Nunca me ha gustado hacer esto tanto como me gusta con él, su eje grueso y piel suave estirada sobre la punta llena de sangre. Hundo mi lengua alrededor de la cresta y la succiono, con ganas de más.
Libera un sonido salvaje y ronco antes de retroceder, envolviendo un puño alrededor de su pene. —Desnúdate.
Me levanto con las piernas temblorosas, sacando las medias, quitándome la falda, el corpiño, y finalmente, la ropa interior con volantes.
Me mira, con los ojos oscuros impacientes y gruñe. —Allonge-toi. —Levanta la barbilla, repitiendo en voz baja en español—: Acuéstate.
Rápidamente, corro más arriba en la cama, los ojos muy abiertos y clavados en él cuando me acuesto y abro las piernas. Quiero sentirlo. Sólo a él. En este momento, puedo verlo en sus ojos, sabe que le daré algo, le daré todo. Se tambalea hacia adelante, apoyando una mano en mi muslo interno y entrando en un único empuje largo.
Todo el aire me deja durante unos segundos abrumadores y no puedo recuperarlo. Trato de recordar cómo inhalar y luego exhalar, trato de recordarme que su pene no está realmente sacándome todo el aire, sólo se siente de esa manera. Se me había olvidado lo que se siente tenerlo dentro de mí de esta manera: confiado, al mando. Pero la sensación de su calor, nada entre nosotros… se roba mi aire, mis pensamientos, mi claridad.
No se mueve por una eternidad, sólo baja la mirada y los ojos se mueven sobre cada centímetro de mí que puede ver desde su posición.
Está tan duro que debe estar al borde y puedo sentir la sacudida de su mano agarrando la sábana cerca de mi cabeza.
—¿Necesitas que te lo recuerde? —susurra.
Asiento frenéticamente, con las manos agarrando sus costados a medida que mis caderas se mueven hacia arriba, con hambre. Él se aleja lentamente y siento que mis uñas se clavan en su piel, incluso antes de darme cuenta de lo que hago. Él silba, empujando de nuevo en mí con un gruñido bajo.
Y luego se vuelva a salir otra vez y luego se impulsa hacia adelante, duro y tormentoso, su ritmo casi castigador.
Castigándome por la huella de la mano, castigándonos por la distancia que se interpuso entre nosotros.
Castigándome por haber olvidado que el sexo con nosotros es así y no hay nada mejor. Se inclina sobre mí, su piel frotándome donde lo necesito, el sudor moja su frente y la suave extensión de su pecho. Me pego a él, lamiendo su clavícula, su cuello, llevando su cabeza a la mía para sentir el profundo retumbar de su placer en contra de mis dientes, mis labios, mi lengua.
Mis muslos tiemblan, el placer escala, y necesito más y más de él, mis dedos tiran desesperadamente de sus caderas, mis palabras mendigan y son ininteligibles. Siento la liberación retorciéndose en mí, más y más fuerte hasta que sucede, exploto de par en par en una sacudida, apretando las pestañas por la sensación y arqueándome de la cama, gritando su nombre una y otra vez.
Se empuja en sus manos, viéndome venirme debajo de él y por medio de la niebla de mi orgasmo, lo veo impulsándose.
Sus estocadas son largas y duras, nuestra piel golpea junta en un sonido crudo que me pone más salvaje, hace que me pregunte si de verdad estoy a punto de venir tan pronto.
—¡Ah! —grito—. Yo…
—Muéstrame —gruñe, dejando caer una mano entre nosotros, acariciando mi clítoris en pequeños círculos perfectos.
Me impulso de la cama, todo mi cuerpo apretándose en un segundo orgasmo tan fuerte que mi visión se torna borrosa.
El cuello de Pedro se contrae y se tensa, con los dientes apretados y los ojos estrechos, susurra—: Joder —antes de que sus caderas se vuelvan brutales, golpeando fuertemente contra mis muslos. Se derrumba encima de mí y puedo sentir la forma en que se retuerce en el interior, la forma en que se estremece bajo mis manos.
Dejo escapar un suspiro tembloroso, enrollando mis piernas alrededor de sus caderas cuando empieza a retroceder. —No —le digo en la piel de su cuello—. Quédate.
Se inclina, su boca yendo a mi pecho, chupando, pasando la lengua por mi cuello a mi mandíbula mientras sus caderas se mecen lentamente hacia atrás y adelante.
Parece insaciable y aunque sé que ya se ha venido, no siento que hayamos terminado. Una vez que su boca se
encuentra con la mía, estoy perdida de nuevo, perdida en el deslizar húmedo de su lengua, el lento empuje de él dentro y fuera de mí. Se siente como si pasara sólo un segundo para que su cuerpo se relaje antes de que lo sienta agitarse de nuevo, endureciéndose más hasta que se mueve en
serio, dando largos empujes con todo su cuerpo pegado al mío.
Esta vez es lento y me besa cada segundo, profundo y buscando, dejándome escuchar la agonía y el placer de nuestros cuerpos tan a fondo que me hace delirar.
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Wowwwwwwwww, qué intensos los 4 caps!!!!!!!!!!! Buenísimos!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarWOOW q caps!! Me fascinó!! Espero ansiosa los prox! Bsoo @GraciasxTodoPYP
ResponderEliminarMuy buenos los 4 capítulos! Por fin están recuperando la pasión q tenían perdida!
ResponderEliminarGuauuuu ¡ volvió la pasión !¡ buenisimoooooo ;)
ResponderEliminarwow buenísimo, me encantó!!!
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