miércoles, 22 de octubre de 2014
CAPITULO 4
Helena pide patatas antes de echar su chupito en su vaso de cerveza y beberlo. Pasa su antebrazo a través de su boca y me mira.
Debo estar boquiabierta, porque me pregunta—: ¿Qué? ¿Debería actuar con más clase?
Me encojo de hombros, revuelvo mi pajita en el hielo de mi vaso.
Después de un masaje y un tratamiento facial por la mañana, una tarde en la piscina, seguido de unos cócteles, estamos más que un poco achispadas. Además, incluso después de mezclar su cerveza con un chupito, Helena se ve con clase. Podía saltar en un contenedor lleno de bolas de plástico en área de juegos de McDonald y saldría viéndose toda fresca.
—¿Por qué molestarse? —pregunto—. Tenemos el resto de nuestras vidas para ser sofisticadas, pero sólo un fin de semana en Las Vegas.
Ella escucha lo que digo, lo considera antes de asentir con firmeza y hacerle señas al camarero. —Quiero dos chupitos más y lo que sea esa monstruosidad que mi amiga está bebiendo —apunta a Lola, quien está lamiendo la crema batida del borde de una horrible copa con luz LED.
Frunce el ceño antes de sacudir la cabeza y dice—: Dos tragos de whisky y una Puta en un Trampolín viniendo.
Helena me da su mejor cara sorprendida, pero apenas tengo tiempo de registrarla antes de sentir a alguien apretándose contra mí por detrás en el abarrotado bar. Grandes manos agarran mis caderas sólo una fracción de segundo antes de que un—: Aquí estas —Sea susurrado cerca —y directamente— a mi oído.
Me sobresalto, girando y saltando lejos con un grito ahogado.
Pedro.
Mi oído se siente húmedo y cálido, pero cuando lo miro, veo el mismo brillo juguetón en sus ojos que tenía anoche. Él es el tipo que va a hacer un baile ridículo de robot para hacerte reír, que va a lamerte la punta de la nariz, hacer el tonto para conseguir una sonrisa. Estoy segura de que si tratara de luchar con él en el suelo, me dejaría ganar. Y disfrutaría de cada minuto.
—¿Demasiado cerca? —pregunta—. Iba a lo seductor, pero sutil.
—No estoy segura de sí podrías haber estado más cerca —admito,luchando contra una sonrisa mientras froto mi oído—. Estabas prácticamente dentro de mi cabeza.
—Él sería un ninja horrible —dice uno de los chicos que esta con él.
—Orlando, Fernando —dice Pedro, primero apuntando a un amigo alto con el pelo marrón y desordenado con brillantes ojos azules detrás de las gafas de montura gruesa, y luego al chico que habló, con el pelo castaño muy corto, ojos oscuros a contraluz y lo que yo sólo puedo imaginar es una sonrisa permanente de engreído. Pedro me mira—. Y señores, esta es Cerise. Todavía estoy esperando a que me dé su verdadero nombre — se inclina un poco, diciendo—: tendrá que rendirse en algún momento.
—Soy Paula —digo, ignorando su insinuación. Sus ojos viajan por mi rostro y se quedan en mis labios. Es precisamente la mirada que me daría si estuviéramos a punto de besarnos, pero está demasiado lejos. Se inclina hacia adelante y se siente como ver a un avión volando a tres metros del suelo a kilómetros, nunca acercándose—. Es bueno ponerle una cara a todos los gritos de hombres —digo para romper la espesa tensión sexual, mirando a Orlando y Fernando, a continuación, veo a mis amigas con los ojos abiertos a mi lado—. Ellas son Lorelei y Helena.
Intercambian saludos de mano, pero siguen estando
sospechosamente tranquilas. No soy la que por lo general hace las presentaciones. Normalmente soy yo la que está tirando de Helena de vuelta mientras ella liga con alguien a minutos de haberlo conocido, mientras que Lola considera golpear a cualquier hombre que se atreva a hablarnos.
Puede que estén demasiado aturdidas como para responder.
—¿Has estado buscándonos? —pregunto.
Pedro se encoge de hombros. —Es posible que hayamos ido a un par de lugares diferentes sólo para echar un vistazo.
Detrás de él, Orlando —el de las gafas— levanta siete dedos y me río.
—¿A un par?
—No más de tres —dice Pedro, guiñando un ojo.
Diviso un movimiento justo detrás de él y antes de que tenga la oportunidad de decir algo, Fernando da un paso adelante, intentando jalar los pantalones de Pedro hacia abajo. Pedro ni siquiera parpadea, pero en su lugar me pregunta—: ¿Qué estás bebiendo? —Y simplemente agarra la cintura del pantalón, sin verse siquiera un poco sorprendido o molesto.
Como si yo no hubiera visto una considerable porción de unos bóxeres grises.
Como si yo no hubiera mirado directamente hacia el distinguible bulto de algodón.
¿Es esto lo que hacen los chicos?
—Es bueno verte en ropa interior otra vez —digo, tratando de contener mi sonrisa.
—Casi —aclara—. Por lo menos mis pantalones se quedaron esta vez.
Echo un vistazo hacia abajo, deseando poder conseguir otro vistazo de sus muslos tonificados. —Eso es discutible.
—La última vez que Fernando hizo eso, mis pantalones no se quedaron en su lugar. Le gané su turno de manejar en carretera de esta semana y ha estado tratando de cobrárselo desde entonces —Se detiene, sus cejas elevándose y parece que apenas escuchó lo que dije. Se inclina un poco, preguntando en voz baja, suave—: ¿estas coqueteando conmigo?
—No —Trago bajo la presión de su inquebrantable atención—.¿Quizás?
—Tal vez si mis pantalones bajan, el vestido debería subir —susurra y ninguna frase nunca ha sonado tan sucia—, para nivelar el juego.
—Ella es demasiado buena para ti —dice Fernando detrás de él.
Pedro se echa hacia atrás, poniendo una mano en el rostro de Fernando y empujándolo hacia atrás. Él asiente a mi bebida, preguntándome sin palabras que había en mi copa ahora vacía.
Lo miro atentamente, sintiendo la extraña calidez de familiaridad propagándose a través de mí. Así que esto es como la química se siente.
Lo he sentido con otros artistas, pero ese tipo de conexión es diferente de eso. Por lo general, la química entre los bailarines se difunde fuera del escenario, o lo forzamos en la vida real. Aquí con Pedro, creo que podríamos cargar grandes aparatos con la energía que se mueve entre nosotros.
Toma mi vaso y dice—: Ahora vuelvo —antes de mirar hacia Lola mientras ella da un paso lejos de los demás. Está mirando Pedro como un halcón, con los brazos cruzados sobre el pecho y su rostro de madre a la máxima potencia—, con tu bebida —dice con humor—, cara, con alcohol rebajado, probablemente con un poco de fruta cuestionable. Nada alterado por mí, te lo prometo. ¿Quieres venir conmigo?
—No, pero te estaré vigilando —dice ella.
Él le da sus más encantadora sonrisa antes de volverse hacia mí. — ¿Algo en particular que desees?
—Sorpréndeme —digo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Ya me encantó Carme. Me parece que va a ser muy divertida jaja
ResponderEliminarMuy buen comienzo! me parece q se van a divertir mucho en Las Vegas!!! Me encanta el grupo de amigos q tienen!
ResponderEliminarMuy bueno, seguí subiendo!!!
ResponderEliminarYa me atrapó jajajajajja que bien la van a pasar en Las Vegas ;)
ResponderEliminar